Que me conste, Angela Merkel no es sospechosa de cultivar un perfil ideológico virado a la izquierda y, fíjense qué cosas más extrañas ocurren fuera de este paisito querido nuestro, a la canciller alemana no le ha temblado esta semana la voz para oponerse "al extremismo de derecha, al antisemitismo y al racismo en todas sus manifestaciones" homenajeando a la resistencia antinazi. Una líder, cara visible de la derecha europea, que, sin complejos y con orgullo, porque lo considera "un servicio" a su país, condena un régimen cimentado en el miedo y en el odio como el nazismo. Y mira atrás, sí, no le teme a la Memoria, porque sabe, y bien, que sólo con la luz clarificadora de los horrores del pasado se pueden despejar los nubarrones oscuros que se ciernen sobre Europa. Es la diferencia. La gran diferencia. Merkel condena el nazismo y a nosotros nos quitan Los girasoles ciegos.

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