El futuro depende del presente, de lo que se haga y de la semilla que se siembre. Y de cómo se riegue, claro. No es lo mismo echar agua fresca y pura sobre la simiente que arrojar agua sucia, que enfangar el debate con datos falsos y queriendo negar la evidencia de unas cifras, las del maltrato machista, que siguen sumando dígitos pese al esfuerzo de gran parte de la sociedad. No hace falta decir que se está en contra de la violencia, de cualquier violencia, para excluir sistemáticamente una realidad lacerante, una violencia, la de género, que necesita un tratamiento especial, unas medidas propias y, sobre todo, una implicación absoluta de todos los estamentos sociales empezando por la educación. Nada de lo que ahora se hace servirá si en nuestros colegios y familias no se afronta con determinación este asunto y se enseña, sin género de dudas, que la violencia tiene género y que su raíz está en la creencia de que la mujer es una posesión más.

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