En algunos cassettes recopilatorios con canciones de la Guerra Civil se puede oír una copla que los milicianos cantaban con la melodía lorquiana de Los cuatro muleros: "Los cuatro generales, mamita mía, que se han alzado/ para la Nochebuena, mamita mía, serán colgados". A algunos comentaristas radiofónicos de nuestra siempre entrañable progresía (dicho sin retintín) les ha faltado repetir estos versillos en sus análisis sobre el fichaje de Vox de una serie de generales retirados o en la reserva para sus listas electorales.

Partamos de la evidencia de que dichos generales tienen derecho a presentarse por un partido que es legal y, por tanto, nadie les puede reprochar nada, pero también de la certeza de que la historia contemporánea de España es la que es y que el intervencionismo militar en política durante los siglos XIX y XX -normalmente en forma de pronunciamientos y golpes de estado- ha sido una constante, por lo que también hay que comprender las inercias y reticencias de nuestra izquierda. Lo preocupante de todo este asunto no es que haya militares en política (Gutiérrez Mellado, Busquets o Julio Rodríguez, lo son o lo fueron), sino que detrás de esta oferta masiva de empleo lanzada al generalato por Vox hay una intención de reclamar como patrimonio de un solo partido el espíritu y los valores de una institución del Estado que nos pertenece a todos y que debe estar fuera del charco político. Y todo aprovechando el lógico malestar que existe en las Fuerzas Armadas (al igual que en gran parte de la sociedad civil) por la deriva de Cataluña. No sabemos si Vox es de extrema derecha o no, pero sí que su continua apelación al Ejército pertenece a la tradición política del búnker.

Con sus fichajes, Vox, de una forma un tanto oportunista, quiere convertir a los cuarteles en nichos electorales. No es moco de pavo: unos 132.000 votantes, sin contar con la enorme masa de retirados que siguen formando parte de la gran familia castrense. Con los cazadores funciona, ¿por qué no con la milicia?

Militares hay de todo tipo e ideología, pero es cierto que, al igual que los músicos de jazz suelen ser anarquizantes (como dice Sean Connery en La Casa Rusia), los uniformados tienden al conservadurismo. Lo da el oficio. Pero sería un inmenso error que las Fuerzas Armadas empiecen a ser identificadas con un partido, sea el que fuere. La mayoría de los ciudadanos queremos seguir sintiéndonos orgullosos de un Ejército como el de ahora: patriótico, independiente, moderno, bien formado y de todos los españoles.

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