La tribuna

José Antonio López de la O/Carmen Pérez

El gas de siempre

PERDONEN por el neologismo pero resulta más expresivo así -por lo sonoro del término- que de la forma que en español, fractura hidráulica, se ha denominado este nuevo mundo energético que tiene que ver con lo que ha venido en llamarse el gas no convencional. Por su parte, la denominación de gas no convencional puede llevar a engaño porque en definitiva se trata del gas de siempre, lo único que cambia es la forma de extraerlo.

En términos generales, el gas convencional es el extraído de bolsas bien definidas y con alta permeabilidad, lo cual significa que su extracción se realiza utilizando procedimientos verticales y que permite unos ratios de recuperación económica de más del 80% del gas que se localiza en este tipo de yacimientos.

El gas no convencional es producido usando procesos adicionales que van más allá de las técnicas de perforación utilizadas en las extracciones convencionales y la causa es, en términos muy sencillos, que debido a la menor permeabilidad de las rocas en las que se encuentra el gas hay que inyectar líquidos que consigan esa permeabilidad y faciliten su extracción. Así, al día de hoy, los ratios de recuperación de este gas son mucho más discretos, entre un 15% y un 30%. Por tanto, para definir al gas natural no convencional se podría decir que es un gas que no puede ser producido con rentabilidad a menos que sea estimulado con técnicas de fracturación hidráulica o recurriendo a la perforación de multilaterales.

Si queremos poner todo esto en contexto, habría que empezar por señalar que la política energética está impulsada fundamentalmente por los aspectos económicos. Es cierto que hay factores -agotamiento del petróleo, el cambio climático, o la seguridad energética- que afectan a esa política y que plantean otras alternativas como la utilización de nuevos combustibles o la descarbonización de la economía. Pero la cuestión principal es mucho más perentoria: todo responde a la necesidad de que en 2050 debe producirse eficientemente energía suficiente para nueve mil millones de personas, sus empresas y sus estilos de vida, emitiendo al mismo tiempo la mitad de carbono per cápita que la que se genera actualmente.

En este sentido, ¿cuáles han sido los dos desarrollos claves que han movido el foco hacia el gas no convencional? En primer lugar, la constatación de que la demanda de energía va a superar la oferta y que la mayor parte de esa demanda deberá cubrirse con los hidrocarburos; así, la existencia de nuevas reservas supone una garantía de suministro, sobre todo teniendo en cuenta los altos precios del gas y del petróleo en las dos últimas décadas.

En segundo lugar, la utilización de nuevas técnicas de extracción de este gas no convencional que ha permitido abaratar los costes; tanto que el 60% del gas producido en 2010 en Estados Unidos procedió de fuentes no convencionales, consiguiendo que este país haya pasado de importador neto de gas a exportador neto del mismo producto.

Eso sí, como con toda nueva técnica, se ha generado un importante debate entre la oportunidad que supone que las reservas de gas natural se hayan doblado merced a la posibilidad de extraer de forma rentable todo ese gas no convencional y la incertidumbre que existe sobre las consecuencias medioambientales que puede producir.

Sin embargo, en el debate sobre cualquier política energética hay que considerar que, en última instancia, se trata de un conflicto entre propuestas económicas. Según la Agencia Internacional de la Energía, el fracking como técnica que facilita la explotación de hidrocarburos no convencionales va a permitir que se conforme la edad dorada del gas. En este sentido, hay que tomar en consideración que la cuestión no es que otras tecnologías y energías alternativas sean o no más "limpias" o que sean demasiado caras, sino que los hidrocarburos son, incluso los no convencionales, relativamente más baratos.

Y, aquí, el eterno debate, que no lo es tanto. Volvamos al principio: hay que procurar energía, de la forma más barata posible, a miles de millones de personas para que, al menos, sigan viviendo como viven, y hasta hoy siempre han prevalecido las opciones económicas sobre otro tipo de consideraciones.

En España, la Oficina del Defensor del Pueblo se ha comprometido a "velar por cada caso concreto de fracking", para que cuando se utilice esta práctica las autoridades competentes "extremen el celo en el cumplimiento de las normas de protección ambiental y de participación ciudadana en la aprobación de los correspondientes proyectos". Parece, a simple vista, la lucha de David contra Goliat, y lo de la honda y la piedra, que tenía unas posibilidades de una entre un millón, ya está descontado.

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