El futuro de la nostalgia

Debe de ser angustioso tener que ejercer de jóvenes perpetuos para mantenerse siempre encima de la ola

Los maduros humoristas acababan de finalizar su enésimo bolo veraniego, en uno de esos pueblos costeros en los que nunca ocurre nada ante un público entusiasmado por poder ver de cerca a famosos que salen por la tele. El espectáculo era una sucesión de chistes escatológicos, antiguos, repetición de clichés, vídeos añejos y trucos mil veces vistos revestidos de absurdos números musicales. Lo único que se salvaba del desastre era la sensación de que ni ellos mismos se creían lo que ocurría sobre el escenario. Pero lo peor era la sensación que dejaban de decadencia. Parecían una banda tributo de lo que fueron. Era algo innecesario e inexplicable a no ser que sus egos necesitasen el contacto con el público como si de una adicción se tratase.

Salvo excepciones puntuales, el genio creativo de los seres humanos brilla durante espacios de tiempo limitados. Repasen la trayectoria de sus músicos, cineastas o escritores preferidos y verán que lo mejor de su obra transcurre en un máximo de dos décadas. Luego repiten sus hallazgos y dan paso a nuevas ideas de la mano de otros talentos. Los más grandes entre los grandes sobreviven, o al menos lo hace su obra, pero los éxitos conllevan una parte de novedad y descubrimiento por parte del público y éste sólo se produce durante un tiempo breve, por lo que una vez conocido pierde uno de sus ingredientes principales. El paso del tiempo se traduce en mejorar el desempeño del oficio, pero disminuye la sorpresa y acrecienta lo repetitivo. Además, al público nos gusta cambiar., aborrecemos lo rutinario. En conclusión, todos los artistas tienen su gran momento, su explosión, que es finita, como la belleza del gusano que se transforma brevemente en mariposa. Luego, encontrada la voz propia, todo es un ejercicio de nostalgia.

Debe de ser angustioso tener que ejercer de jóvenes perpetuos para mantenerse siempre encima de la ola y que ésta no nos sobrepase. Porque si hay algo seguro en cuanto a nuestros gustos, es que, si este año se lleva el azul, seguro que el próximo no lo hará. La vida es demasiado corta para aprender todo lo que nos enseña y además a los mejores profesores, los que tienen algo que darnos, en cuanto sospechamos que dan clase con los apuntes del curso pasado, dejan de interesarnos. La vida corre más de prisa que nosotros y se nos escapa. Pero la nostalgia no nos cura; es un buen lugar donde vivir para quienes no creen en el futuro. Momentáneamente nos alivia, sí, pero al minuto siguiente hay que continuar estudiando.

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