La función funciona

Produce mucho alivio pensar que la marcha del país no está en las manos de los políticos

Se escucha este argumento para no aspirar o no acceder a puestos de responsabilidad en unos u otros gobiernos de coalición: la falta de experiencia. Lo que demuestra (ese argumento) la falta de experiencia política. Lo experimentado es lo de Rodríguez Zapatero confesándole a su señora una noche que, si él había llegado, cualquiera podía ser presidente del Gobierno de España.

Este período de interinidad que llevamos sin que la economía deje de tirar ni la sociedad de funcionar lo demuestra. Nada parece exigir una clase gobernante especialmente preparada ni concentrada. No es la primera vez que ocurre. En el largo período de Rajoy tratando de formar gobierno, también creció el país.

Aunque lo más divertido es achacarlo a las interferencias que nos ahorramos de los políticos mandando; en realidad, se debe a la profesionalidad de los funcionarios públicos, que siguen echándose el peso del Estado a sus hombros, gobierne quien gobierne, o desgobierne, o transgobierne.

Ningún político debería considerar nunca que el hecho de su falta de experiencia puede inhabilitarle para cumplir con ninguna función. No la va a cumplir él en ningún caso. Él tiene que tener principios claros con los que orientar la labor de los funcionarios; honradez para no interferir de mala manera y sentido común para decidir en los casos donde la razón técnica no se imponga de suyo y deje un pequeño margen a la discrecionalidad política.

El trabajo de los funcionarios funciona siempre, pero, en estos períodos de políticos distraídos con sus pactos y sus impactos y sus repartos, es cuando mejor podemos comprobarlo. Por eso no está de más, cuando se critica tanto a los funcionarios y, a veces, con razón y entonces yo el primero, no está de más, digo, aplaudirles de corazón, y darnos cuenta de que España es un Estado moderno que marcha razonablemente bien gracias a ellos. Suele verse más claro con la administración de Justicia y la independencia judicial, tan imprescindible; o con la Sanidad Pública; pero sucede en todas las instancias de la administración y en la local, la provincial, la autonómica y la nacional.

La próxima vez que un político pretenda adornarse explícita o implícitamente diciendo o sugiriendo que el país funciona gracias a sus generosos desvelos, podremos sonreírnos por lo bajo. Cuando sus desvelos han sido distintos, el país ha seguido funcionando igual o mejor, incluso, con perdón.

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