La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Ya no habrá más Forges

Sin él, el día a día será más triste porque ningún amigo nos dirá: ¿has visto el Forges de hoy?

No quiero ensuciar este artículo con las payasadas que se han hecho, dicho y escrito sobre la payasada de Arco. Porque la muerte de Forges es la única noticia que tiene que ver con el arte, el talento, la inspiración, la libertad de expresión y de creación, la puesta de la creatividad al servicio de las libertades políticas y de pensamiento o el papel activo que un creador puede desempeñar en el desarrollo de procesos históricos fundamentales.

Su carrera empezó en el Pueblo de Emilio Romero y Jesús de la Serna en 1964 y culminó en El País a partir de 1995, pasando entre uno y otro por Diario 16 y El Mundo, y por las revistas de humor Hermano Lobo, El Jueves y Por favor. Dejando aparte al patriarca Mingote en su larga colaboración ABC desde 1953, el Perich entre 1966 y 1995 -falleció prematuramente a los 53 años- y Forges fueron dos agentes culturales y artísticos esenciales en la Transición. Coincidieron a principios de los 70 en Hermano Lobo y en 1974 fueron cofundadores junto a Manuel Vázquez Montalbán de Por favor.

Pero algo distingue a Forges de los colegas que tenían tanto talento como él. Algo que lo hace único y querido, parte no solo de nuestras vidas como un compañero de camino, sino de nuestra habla y formas de ver y expresar la realidad. Fue no solo un creador de personajes únicos, también de palabras, giros y expresiones. Los textos de sus bocadillos eran tan originales y creativos como sus dibujos, que ya es decir, porque creó personajes originales, reconocibles, cuyas ocurrencias se seguían de viñeta en viñeta. Sumaba el humor escrito y el gráfico como si a la vez fuera un maestro del lenguaje y del dibujo. Era un tan agudo analista de la realidad política como de la cotidiana. Y esto último le daba a sus viñetas una ternura y un tono agridulce dificilísimo de alcanzarse en el humor gráfico. Este don de alternar lo cáustico y lo tierno, de llenar de contenido humano lo anecdótico elevándolo a estudio de la naturaleza humana, que hizo la grandeza de Dickens o Chaplin, era lo que más marcaba su universo. Junto a un toque surreal heredado de la tradición humorística española de un Poncela o La Codorniz.

Para mi generación fue un amigo, un compañero de vida y de camino. Sin él, el día a día de la lectura del periódico y el café de cada mañana será más triste porque ningún amigo nos dirá: ¿has visto el Forges de hoy?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios