La gestión de nuestros gobernantes con la salida de los niños parece de juzgado de guardia. Usted aún está estupefacto, pero imagine el mosqueo de los jueces, cuando todo un vicepresidente cuestiona su imparcialidad; o de los sanitarios, cuando no se garantiza su protección; o de los estudiantes, que no saben si harán la Selectividad; o de los autónomos, que no ven nada claro su futuro. El dirigente de turno cotiza tan a la baja, que casi prefiere oír los consejos del pescadero en el mercado: "¿Habéis visto a los dos médicos chinos en la UCI? Le han puesto la vacuna y se han puesto negros. ¡Eran chinos y están negros! A mí que me la pongan de cintura para abajo na más...".

Estamos todos tan perdidos, que estamos dispuestos a asumir riesgos por nuestra cuenta. ¿Qué sentido tiene que puedan salir los niños una hora y los mayores no puedan? El presidente Sánchez dice que habrá que esperar una semana. ¿Y en base a qué criterio? ¿A que no nos volvamos locos saliendo a la vez a la calle? ¿A que no sepamos comportarnos como franceses y alemanes? Ciertamente, no hay un país con peor concepto de sí mismo. Y si al Gobierno lo que le preocupa es su responsabilidad, ya se puede lavar las manos. Firmamos donde haya que firmar. Después de la confusión que han generado antes de dejar salir a los niños, muchos hemos perdido la esperanza en un mínimo de sentido común. Había gente que no quería que salieran, otros justo lo contrario. Y nuestro Gobierno ha logrado el más difícil todavía: mosquear a unos y a otros. Cabría pensar que lo de enviar a los niños sólo al súper y al banco fue un error calculado. No podía ser cierto tal disparate, sospechaban algunos. Y quizá lo propusieron, según la teoría de estos, para que los expertos y los padres suplicaran que dejaran salir. Y cuando la tormenta se desatara, el Gobierno abriría la mano apoyándose en el pueblo y rectificaría. Pero claro: si algo sale mal, la responsabilidad es todos. Y al Gobierno que lo registren.

Parece un ejercicio retorcido, pero al menos demostrarían tener un mínimo de inteligencia, aunque sea para meter la pata. Sin embargo, el propio Ejecutivo nos convenció al final de que el descontrol es total. Entre lo que se tardó en aplicar la alarma, las mascarillas falsas y el follón con los niños, no dan para más. Y qué decir de la oposición, comparando las muertes por coranavirus con las víctimas del 11-M. Los psicólogos de este país tan bipolar no dan abasto. Y uno ya no sabe si morir encerrado de tristeza o exponerse al maldito virus saliendo a la calle para respirar aire puro desde ya. Tantas mentiras tambalean al sistema. Y así es como uno llega a pensar tonterías como que este Gobierno es más listo de lo que parece. Pero porque a priori es imposible creer que sea tan reaccionario como para ordenar a la Guardia Civil que censuren los comentarios en contra. Seguro que fue un lapsus. Aunque si no admiten su error, es natural que crezca la alarma, sobre todo después de que el CIS nos pregunte cosas tan raras sobre cómo nos gustaría que nos informen. Para empezar, no estaría mal que lo hicieran con una pizca de verdad: llevamos más de 40 días encerrados y las cifras diarias no dejan de sumar cientos de muertos sobre la mesa. ¿Qué es lo que se está haciendo mal? Si los niños ya pueden salir porque no el riesgo es mínimo, ¿por qué los demás no pueden hacer ejercicio? Si aquí de lo que se trata es de asumir cada cual su responsabilidad, ¿dónde hay que firmar?

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