Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Yo, eurócrata

EL hijo de don Francisco, el vecino del tercero, lo tuvo clarísimo desde que comenzó a hablar: "Paquirrín, ingeniero". Aquel Paquirrín, más sesentero y de Cuéntame que su homónimo dj hijo de folclórica y paseante de platós, acabó licenciándose de ingeniero industrial. También he conocido a más de una pareja que parecía haber tenido un hijo con el principal y mal disimulado objetivo de hacer de él un notario. Había pequeñajos que, entre el regocijo de sus progenitores, ya se colgaban el sambenito -a la postre, cachondeable- desde la tierna infancia: torero, piloto, juez como su abuelo. Debe de ser duro tener tan claro y desde tan pronto un propósito laboral tan cacareado, y acabar de auxiliar administrativo. Son ganas de enturbiarse el pasado prematuramente y sin necesidad ninguna.

Las cosas han cambiado también en esto. Hoy los estudios garantizan bien poco, y el atajo televisivo, en plan artista o directamente en versión cotilleo sobre la vida de gente impresentable, es una primera tentación laboral. Otro jugoso sendero profesional contemporáneo exige jugártelo todo a la afiliación política, y acabar teniendo arriba en las montañas bruselianas o estrasburguesas un nido de privilegios y seguridades, alejado del mundanal ruido de tu propio país, ajeno a las críticas y los malos ratos. Convertirse en eurodiputado, o aun mejor, en eurócrata, que esto último no exige elecciones y puede asegurarte una renta vitalicia más que desahogada, aparte de unas comodidades pagadas por los impuestos de todos: viajes a discreción en clase business, libre elección de colaboradores -por ejemplo, un amante o una hija- pagados por el contribuyente europeo, trabajo de lunes a jueves y una pensión asegurada muy superior a la española, que en algunos casos, como el de Magadalena Álvarez, se paga en buena medida con un extra que sale, cómo no, de los tributos de los ciudadanos de la UE. "Déjame de toreros y mucho menos de ingenieros ni notarios: yo quiero ser eurócrata, y a ser posible sin oposición; por el dedazo de alguien de mi partido que quizá también algún día acabe en ese reitro de aburrida pero jugosa paz laboral". El mangoneo es grave por todas estas cosas, que se reducen a dos: ellos son quienes nos exigen impuestos y sinsabores y recortes; y ellos son en realidad los grandes evasores fiscales de la jaula de grillos comunitaria; no es lo mismo correr los riesgos de ser un criminal que comerse los impuestos de otros de forma desvergonzada y trincona y totalmente a cubierto. "Borjita, ¿tú que quieres ser de mayor?", " Yo, eurócrata sin oposición".

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