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Torre Alta

tito / valencia

La ética y la política

Si hablamos de ética y la trasladamos al hacer político, habrá que decir que la ética es el impulso de la buena política y la crítica de la mala política. De la misma, decía Aristóteles que son saberes que investigan el modo recto de comportarse los agentes humanos capaces de decidir libremente sobre sí mismos.

La política de nuestro país lleva años instalada bajo mínimos en su credibilidad por la gran estafa que ha significado para los ciudadanos que quienes tienen la obligación de mirar por los intereses del pueblo se hayan dedicado a generar magníficos dividendos en su propio interés. La corrupción, no solo económica, ha manchado la política nacional de tal manera que ha tapado a la gran cantidad de políticos vocacionales (y no circunstanciales) que tienen su honradez y la ética como principios fundamentales.

Los partidos tienen gran parte de culpa por mirar hacia otro lado cuando viene desde sus propias filas la corrupción y acusar cuando ésta viene desde la acera de enfrente. La llegada de los partidos emergentes, ahora menos emergentes, parecía que iba a obligar a los partidos tradicionales a una cura de reflexión, dotando a la política de personas solventes, de ideología intachable y firmes, y de gran currículo social y personal. Los últimos años de la política, sobre todo a nivel local, han perdido prestigio acusando un bajísimo nivel. Pero diversos acontecimientos han dejado claro que no ha existido ese cambio que los ciudadanos esperaban. La ética sigue de espalda a la política. Casos como el ahora descubierto de un director del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco que no ejercía el cargo significan no solo un total desprecio hacia el bien público sino también hacia lo que podría significar dicho centro.

Pero lo sucedido no es ninguna novedad. Ocurre desde hace años con las diputaciones, gobierne el partido que gobierne. Cargos de confianza que se utilizan para contratar, con dinero público, a hijos de políticos privilegiados y políticos en paro sin currículo personal ni académico y que la mayoría no saben ni donde se encuentra la Diputación. Los asesores políticos son unos cargos necesarios para hacer una buena política. Pero los partidos se han encargado de desprestigiarlos haciendo un mal uso y convirtiéndolo en una agencia de colocación para privilegiados y descartados del mundo laboral. Muchos con sueldos y estatus que en su vida privada jamás lograrían tener.

Mucho esfuerzo tienen que hacer los partidos para lograr dotar a la política de una credibilidad necesaria, que ahora no tiene. La crisis económica ha levantado las alfombras, saliendo a la superficie toda la basura acumulada en los años de gran bonanza que muchos han utilizado para su propio beneficio. En definitiva, que la política nacional está necesitada de una gran revolución ética y a la vez de una gran reforma de la ley electoral en la que los ciudadanos tengamos la completa libertad para elegir a nuestros representantes y estos a la vez tengan que rendirnos cuentas a nosotros y no al que los nombra.

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