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Si se cumplen los sondeos, Macron ha ganado las elecciones con un 60% largo de los votos y Marine Le Pen habrá sacado un 35% aproximadamente. Puede haber sorpresas, pero pongamos que no. Esa proporción, como había indicado el catedrático Francisco J. Contreras, merece una lectura atenta.
Mientras los partidos políticos se mantengan por debajo del 25% (alrededor del 20%) no salen de su esquinita ideológica y sociológica. Entiéndase que no desprecio tal porcentaje, que ya quisiera para mis ideas y principios, pero es una proporción que el Estado puede asumir a beneficio de inventario o incluso incentivar para su beneficio. El 20% de Podemos es un factor de estabilización del PP: le consigue los votos del miedo y trastabilla a su oposición.
Las cosas cambian cuando cualquier partido escapa de su cuarto de población. Que es lo que ha sucedido en Francia. Hemos vivido la segunda segunda vuelta más apretada de la V República, después de la de 1974, entre Mitterrand, que perdió por los pelos, y Giscard d'Estaing. Le Pen padre se quedó en un 12% cuando disputó la segunda vuelta. Marine se acerca al 40%. Dejando aparte el análisis de sus propuestas, no se pueden descartar sin más como "extremistas" a los que, aunque sólo sea por su número, ocupan tanto espacio en una sociedad. A lo que hay que añadir la progresión geométrica de las relaciones familiares y sociales: casi no habrá franceses sin un íntimo que vote al Frente Nacional, lo que desactiva los mecanismos de la demonización.
Eso pone a dos Francias frente a frente, con la peculiaridad de que Macron pretende dar la espalda a la otra. Tras el suspiro de alivio, la misión política del nuevo presidente, que ha sido votado contra el Frente Nacional, debería ser solucionar los problemas que tantos votos dan a Le Pen. Pero Macron no sólo desdeña esos problemas, sino que, con su política, va alimentarlos: más inmigración, más globalización, menos defensa identitaria. Quizá Fillon hubiese sido el presidente para encararlos, pero metió la pata, quiero decir, la mano.
Ahora hagan sus cuentas de futuro. Marine Le Pen, que estuvo muy torpe en el debate, puede dejar cancha libre a otro líder o no; pero deja un partido que dio esquinazo a su esquinamiento, con una implantación transversal en Francia, con nuevos votantes y con una batería de soluciones (discutibles) a unos problemas (indiscutibles), que no van sino a agravarse.
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