Antes de que diera marcha atrás para anunciar que optaría a un tercer mandato, el alcalde de Cádiz nunca explicó por qué se esforzó tanto en vendernos que limitaría su andadura a dos legislaturas. Tan sólo deslizó que no conviene tentar la suerte porque los que trabajan la miel acaban por chuparse los dedos. Pero, ¿por qué razón, si alguien gana un puesto defendiendo unas ideas, ha de ponerse fecha para llevarlas a cabo? Más allá de que es imposible calcular, a este ritmo, cuántas décadas necesitaría Kichi para cumplir sus promesas, ¿por qué no seguir defendiendo sus ideales, si los ciudadanos le apoyan?

Si fuese por temor a corromperse, bastaría con ni pensarlo. Lo que no puede disimular es que le han abandonado los reflejos, las ganas y el interés. De otra forma, no se entendería que este miércoles no acudiera al incendio del hospital ni él, ni nadie de su equipo. Justo el día anterior, Kichi se hizo eco, en su cuenta de tuiter, de la denuncia de su compañero Cherra, criticando la tardanza de un centro de salud para darle cita. Como les gusta calentar el ambiente, rara vez dejan pasar una en su realidad virtual. Pero el alcalde ignora que a los sanitarios a los que dice querer tanto, aquellos a los que les dedica una avenida, desde el oportunismo, para atizar de paso al rey emérito, les habría bastado con su presencia, tanto como presume de ser uno de los adalides de la sanidad pública. Es lo que se espera de tu representante, un simple gesto. Y cuando a Kichi le abandonan la cercanía y la empatía, su caudal político se ve reducido a la irrelevancia. Quien tanto se llena la boca con su gente y con tanta calle, no puede pasarse cada día más horas detrás de la pantalla del móvil y el ordenador. Y si encima piensa que tomarle el pulso de la realidad consiste en pasear por el centro, para apoyar a un comercio que se desangra, lo único que podrá constatar es que cuantas más tiendas visita, más cierran.

A la hora en que la tensión y el caos se apoderan de tu hospital, un alcalde no puede lanzar un tuit al hilo de un programa de Carnaval, salvo que quiera desvelar hasta qué punto está perdido: "Qué bellísimos recuerdos los que evoca mi querido amigo Bienvenido... ¡Ay madre mía!", dijo. A lo que le replicó uno de sus seguidores: "Kichi, déjate de Carnaval que se está quemando el hospital". El aviso le pilló tan de desubicado que sólo acertó a decir que "seguiremos atentos a cómo evoluciona la situación en un contexto tan complicado". Llamó al director del Puerta del Mar, a la delegada del gobierno de la Junta, pero no acudió a su deber. Y cuanto más hierro quiso quitarle su gente a su error, más alejado de su raíz le situaron. Kichi está en la posición de dejar a un lado sus principios y presentarse de nuevo para tratar de salvar los muebles de los suyos, que ya se veían huérfanos de liderazgo. Pero como no se dedique en cuerpo y alma al cargo, podría ser recordado como Juan Nadie, el protagonista de la película de Frank Capra, que da vida a ese personaje inventado de la nada, al que un empresario y una periodista rescataron de la indigencia para convertirlo en un auténtico líder de masas. Cuando se quiso dar cuenta, como tantos líderes con los pies de barro, el pobre ya había dejado de ser dueño de sus actos y de su propio destino. El alcalde aún está a tiempo de cambiar el guión, antes de acabar como un juguete roto manejado por la situación.

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