Desde que Torrot anunciara hace un año, en un acto de chiste, las obras en Altadis para implantar su fábrica del Velocípedo, ya olía a chamusquina. Si la inversión rondaba los 12 millones y sólo entre Industria y Zona Franca garantizaban 10, ¿cuánto dinero ponía la compañía? Torrot asegura ahora que se larga a Cataluña con su invento por falta de apoyo institucional, en alusión a la Junta, que no lo vio claro porque también le pedían otros 4,2 millones a fondo perdido. En otras palabras, porque no se puede financiar un plan, por muy bueno que parezca, con dinero público casi en exclusiva. Dos preguntas parecen entonces obligadas: ¿detrás de todo esto había unos 'cazasubvenciones' o un proyecto sólido? ¿Las administraciones intentaron averiguarlo? Ninguno de los cargos públicos que acudió al acto ha respondido, por ahora.

La presentación de su "centro de industria conectada", que nadie pudo ver, se celebró bajo un levante de justicia a las puertas de la nave. Eran tantas las ganas de creer en nuestra industria, que los asistentes hicieron un acto de fe ciega, llegando al límite de lo alucinógeno. El evento contó con una nutrida representación institucional: los consejeros de Presidencia y Economía, el alcalde, diputados, dirigentes de la oposición... Todos ellos, guiados por una querencia lejana y casi olvidada, movidos por ese impulso tan noble y creador que les caracteriza, mostraron su mejor perfil para la histórica foto. "No me cabe la menor duda que Torrot va a ser una historia de éxito", proclamó el consejero de Economía, Rogelio Velasco. Y por lo bajini, un político con muchos trienios de antigüedad suspiraba: "Veremos a ver dónde acaban los 8,5 millones de Industria". Algunos, a su alrededor, sonreían, y los promotores parecían tocar el cielo con los dedos. No se lo creían ni ellos.

El entonces presidente de Torrot, Rafael Contreras, ejerció de maestro de ceremonias. Ya es un experto en esta suerte. Y el momento estelar llegó cuando su primo Iván Contreras, al que algunos confundieron con un pizzero por un instante, apareció a bordo de un prototipo del famoso Velocípedo, en calidad de consejero delegado. El socio director de Black Toro Capital, Ramón Betolaza, insistió en "la buena experiencia" que ya tenían en Cádiz tras su paso por la antigua Carbures, y recordó que Torrot había pasado de facturar 500.000 euros a 40 millones. Sin más rodeos, fue al grano: "Pedimos ayuda para seguir creciendo". Y la tuvieron toda. O casi. Industria garantizó la operación y la Zona Franca adecuó las instalaciones en tiempo récord, invirtiendo millón y medio. ¿Alguien pidió los avales a la compañía?

A Torrot nadie podrá negarle su habilidad para ganarse los apoyos. Hasta el Rey, acompañado por Susana Díaz, conoció de primera mano el Velocípedo, en la Andalucía Digital Week. Pero tantos inventos como pasan por Cádiz al calor de las ayudas ya nos han escarmentado y ni el emperador de Roma disiparía las suspicacias. Si la Junta tiene claro que no se podía aportar más dinero público para esta aventura, tendría que explicarlo cuanto antes. ¿Se precipitaron Industria y Zona Franca? ¿Acaso se reparten los fondos sin cruzar la información entre administraciones? La falta de celo, rigor y coordinación entre administraciones es tan lamentable que la empresa encima se permite, tras tomarnos el pelo, afearles su falta de apoyo.

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