El equipo salió con rumbo a tierras catalanas para el partido ante el Nástic, con la inesperada baja de uno de los referentes más importante de la plantilla amarilla, seguramente el jugador más desequilibrante. Lucas Lobos se marchó a México y sus compañeros tienen ahora la dura tarea de hacer olvidar lo antes posible al habilidoso jugador argentino.

Una baja que cambia notablemente los planes de Antonio Calderón, que tenía a Lobos como piedra angular de su sistema, pero deben aparecer otras alternativas que demuestren que en la plantilla hay jugadores cualificados para resolver situaciones.

Conocida la noticia, muchos aficionados a través de declaraciones en los diferentes medios de comunicación, incluidos los foros en Internet, se mostraban muy molestos por la decisión adoptada por el presidente de la entidad. Si pensamos con el corazón, nos ponemos de lado de los aficionados, que tenían en Lucas Lobos a ese jugador diferente que tanto gusta por estos lares; salvando las diferencias, como fueron Juanito Mariana, después Fernando Carvallo, más tarde Pepe Mejías, Dieguito, Mágico González, hasta llegar al último exponente de jugadores talentosos, que fue Kiko.

Desde el año 1993 que se marchó el jerezano al Atlético, el público no disfrutaba de ese jugador capaz de arrancarles ese sonido de admiración; ante un regate, un pase, una asistencia o un gol, que sólo los elegidos pueden realizar.

Pensando con la cabeza, al jugador sólo le restaba un año de contrato y la próxima temporada se podía ir sin que el club percibiera nada, aunque con el equipo reaccionando, y con la afición ilusionada, el golpe es muy duro.

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