Ese político ha ofendido la dignidad de la institución en la que se puso el disfraz. Utilizó de manera espuria unas dependencias que tiene derecho a ocupar sólo porque el pueblo le dio su confianza y no precisamente para que se vistiera de lo que no es. Ha faltado al respeto además a miles o millones de personas que han vestido esos mismos solemnes y dignos ropajes, y han desarrollado su valioso y esforzado trabajo desde hace siglos, y que tienen todo el derecho a protestar, aunque la mayoría permanezcan discretamente callados. Ese político, como el que no quiere la cosa, se vistió de estadista y bromeó, utilizando imágenes de platos de lentejas, con cosas muy sagradas como el compromiso y la verdad. Y soltó a todos los vientos que sí, que habían firmado solemnemente aquel pacto con aquellas condiciones, pero que bueno, que no pensaban cumplirlo. Y sin que le hiciera falta disculparse, casi nadie se ofendió.

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