Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

La dieta del cucurucho

El turismo ha traído a la ciudad una inundación de heladerías, cada una con un diseño más original

Hace años, cada vez que salía alguien de astilleros con una indemnización montaba un videoclub. Pasaron a mejor vida este tipo de establecimientos ante la irrupción de Netflix o HBO. Llegaron los chinos, que fueron comprando locales para vender su mercancía. Hicieron su aparición multitud de fruterías que traían cada una lo mejor de cada huerta. Lo de los bares ha sido siempre una constante gaditana: aunque fueran locales pequeños y sombríos cualquiera servía para poner una caña o un valdepeñas. Ahora, con la irrupción del turismo, el diseño ha llegado a la hostelería y ya nadie se contenta con el ancestral bache gaditano. Durante un tiempo proliferaron las yogurterías. La turistificación nos ha traído las tiendas de recuerdos y la proliferación de las heladerías. Hace décadas había un par de heladerías en el Paseo Marítimo y dos o tres en el Casco. El establecimiento de Gianni Campo en la calle Ancha fue de siempre el paradigma de la heladería, con el topolino como producto estrella. La terraza de Los Italianos no solo era un lugar para disfrutar de buenos productos sino que era punto de cita para el paseo de la tarde en la ciudad durante los ocho meses que, oh misterio, abre el negocio. El turisteo ha traído una inundación de heladerías, cada una con un diseño más original: alguna en un pequeño cuchitril, otras con una furgoneta en su interior, con sabores inverosímiles y atención personalizada. Los profetas del Apocalipsis que nos anunciaron toda una serie de males derivados del efecto del turismo en la ciudad ahora dirán que las heladerías son la confirmación de sus pronósticos. Se empieza con las heladerías y se sigue con la subida de los alquileres hasta que se expulsa a la población local a Loreto, La Ardila o el Marquesado. Nadie ha reparado en el efecto sobre la salud de la proliferación de este producto de grasas poliinsaturadas que vaya usted a saber si están hechas con aceite de palma. Menos mal que junto con la llegada de las heladerías irrumpen en nuestras vidas los gimnasios. Junto a cada heladería ha abierto o va a abrir uno hasta el punto de que Pozuelo en su despedida se ha apuntado. En medio de la discusión sobre los usos alternativos al Muelle Reina Sofía nadie ha reparado en que va a abrir sus puertas un gimnasio en lo que fue un almacén portuario. Tan moderno establecimiento tiene incluso una oferta para familias monoparentales, en un alarde de modernidad. Le falta tarifa especial para colectivos LGTBIXYZ ,o como se diga.

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