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LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

4 de diciembre

 LA sublevación contra el Gobierno legítimo de la Segunda República, la espantosa guerra civil, la larga y tremenda dictadura, acabaron con muchas cosas; la peor de todas, sin duda, la muerte de tantos españoles, cuya cifra nunca se conoció con exactitud y la represión padecida por otros muchos; perdimos la libertad, y, con ella, también una organización política que reconocía la diversidad territorial, problema secular de nuestra historia.

 Al iniciarse la transición democrática, a los pocos meses de las primeras elecciones,  antes de aprobarse la Constitución, la Asamblea de Parlamentarios Andaluces, integrada por los diputados y senadores electos, con muy escasa presencia femenina, convoca, y organizan los partidos políticos, con y sin representación parlamentaria, una manifestación popular, la más impresionante que se recuerda en nuestra larga historia, que mostró lo que se llamaba el "agravio comparativo" del pueblo andaluz, con el objetivo de lograr "una España de todos los españoles que no es concebible sin una Andalucía  renovada, democrática y autónoma", como dice el Manifiesto del 4 de diciembre, día glorioso, sólo empañado por la muerte de un joven malagueño, José Manuel García Caparrós, al que no olvidaremos nunca.

 

Han pasado 35 años desde aquella "explosión autonomista", que culminaría con el  Pacto de Antequera, el mismo día del siguiente año, para más tarde, tras la iniciativa de ayuntamientos y diputaciones, necesaria para conseguir "la autonomía plena", conforme establecía la ya aprobada Constitución, culminaría, con el referéndum del 28-F del 80, un largo proceso que acabaría con su reconocimiento, generalizando el hoy denominado Estado de las Autonomías; nadie nos regaló nada, lo ganamos contra viento y marea.

 

Salir del subdesarrollo secular al que habíamos estado sometidos, ser reconocidos como el gran pueblo que somos y conquistar un instrumento, la autonomía, que nos permitiera la igualdad con los otros territorios, eran los deseos presentes en aquel más de millón de personas que nos manifestamos, y que hoy, más que nunca, conviene recordar; conocer el pasado es fundamental para construir el futuro. La terrible crisis económica no sólo está provocando la tragedia de tantas personas, sino que se está utilizando como pretexto para acabar con el modelo constitucional. Dice el presidente Griñán que se ha roto el pacto social y se ha sustituido el capitalismo productivo por otro especulativo; hay que recuperar dos grandes consensos: el social y el territorial, para que nadie acabe con nuestros derechos, tampoco con el de seguir siendo un pueblo diverso, pero igual a los demás. Ni más ni menos. 

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