Notas al margen

David / Fernández

La dichosa bolita

LA quito, la pongo, la guardo y la escondo: ¿dónde está la bolita? Esta expresión atribuida al ex alcalde madrileño Juan Barranco cuando comparaba a alguno de sus colegas con los trileros, sigue vigente a la hora de elaborar los Presupuestos Municipales. Para quedar en paz, los concejales ya no saben qué inventar: la duplicación de recibos para sacar pecho ante la banca, la previsión de ingresos por facturas de dudoso cobro y la presunta venta de parcelas en la luna a precios desorbitados son sólo algunas de las triquiñuelas más recurrentes. Trasladado al ámbito doméstico, el concejal actúa como el padre de familia endeudado hasta las cejas que se sienta ante el director de su oficina bancaria para convencerle de que le renueve su crédito. Nadie confiesa que sus gastos fijos ascienden a unos 1.500 euros, que debe 120.000 euros de hipoteca y otros 9.000 del coche. Quien más y quien menos le cuenta al banco que posee una propiedad valorada en 140.000 euros, un cochazo y que apenas tiene problemas para llegar a final de mes. Todo ello, claro está, sin contar con las propiedades que está a punto de heredar una vez que fallezcan sus suegros. Los gobernantes hacen lo mismo, pero con el dinero de los demás.

Si han decidido que se tienen que gastar 150 millones de euros, como si viviesen en el país de las hadas, encontrarán la fórmula para ingresar otro tanto, aunque para ello tengan que cuadrar las cuentas con los beneficios que obtendrán por envasar el viento de Levante y colocarlo en los lineales de todo el mundo, una idea por otra parte con mucho potencial. El Ayuntamiento de Cádiz parece haber perdido la imaginación y vuelve a inflar la previsión de ingresos con lo primero que se le ocurre: la venta de los bajos del Carranza. La idea no es original puesto que la inventó el PP. Y lo más grande es que a nadie importa que quedara el concurso desierto. Es obvio que al llegar al poder, los concejales no dominan conceptos como la enajenación de inversiones reales o los activos financieros, pero ¿y qué más les da si al final el resultado da cero? Hasta que un funcionario les hace entrar en razón, muy pocos calculan lo que cuesta mantener los órganos de gobierno, las playas y las calles limpias. Lo más honesto sería admitir lo siguiente: "No tenemos ni idea de economía, por esa razón nos alegramos de que el resultado sea el que necesitamos". Pero la realidad es distinta y el Presupuesto de cualquier Ayuntamiento bien podría servir como tratado del maquillaje y el engaño. Todo alcalde que se precie sabe que puede culpar al anterior de la herencia recibida hasta que aprueba sus primeras cuentas. Este día asume la responsabilidad. Los más incautos dejan la política sin saber cómo demonios se alinean los astros para cuadrar las cuentas. Y es curioso, porque cualquier familia sabe que la única prohibición de la que pende la felicidad de un pueblo es no gastar más de lo que ingresa. Sólo los ayuntamientos de esta provincia le deben a los bancos más de 2.000 millones, 1.634 euros por gaditano. Pero los políticos están convencidos de que el papel lo sostiene todo. La prueba está en sus discursos más bien cursis del tipo "la transparencia y la rendición de cuentas más importante que tenemos que hacer no es otra que ante la ciudadanía". ¿Dónde está la bolita?

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