ME voy. Unos días. No lo digo con furia, ni con alegría desbordante. Salgo de aquí. Para volver. Ir para volver es una forma de no salir del mismo sitio. No es lo mismo que la letra de la seguiriya. Las letras de seguiriyas son condensaciones de dolores absolutos. De despedidas. Cuando entonces, que he sabido que los recién desposados iban de viaje nupcial a Jerez… ¡o a Sevilla!, el mundo era mucho más pequeño, mucho más que ahora, empequeñecido virtualmente por un clic de ratón. Porque en un tablet se lleva uno la correspondencia, la música, las fotos, los vídeos familiares… Incluso la novela que escribimos. Y están los teléfonos móviles, todo el aparataje que nos umbilica al lugar de donde somos. Mas ¿de dónde somos? Los dos empeños coexisten, el ser de un sitio y el querer ser de todos los sitios. En las mímesis, las conductas insignificantes, está la historia humana. Sobre todo en las palabras. Como ser de aquí, no ser de aquí.

Los ultra gaditanos hacen el chiste del pi pi pi pi, la alarma que salta en la curva de Torregorda. Los chiclaneros resumen su idiosincrasia con "De la Isla ni el viento". Tiñosos son los de Puerto Real, mijitas de pan de campo deja la provincia en el Falla cuando el concurso y decir, como suelo, que soy gaditano de La Isla es mentar la bicha en algunos ambientes… cañaíllas.

Todo este me llevo cuando me voy, para volver. Este entramado de cosas, este trenzado de recuerdos, el hilván de la propia vida. Sabiendo ya por experiencia que la diferencia es paisaje, el olor del aire. Y el acento con que me hablan, tan distinto del que yo les hablo. Ni las alegrías, o las penas, las tristezas o los dolores son distintos. Ni siquiera -y sobre todo- el vivir cotidiano, hecho de trabajos cansinos o poco lucrativos, inercias, hastíos y bostezos. Y la certidumbre, por supuesto, de esta quebradiza, feble existencia cotidiana. Porque hoy estamos pero mañana puede que no estemos, en un momento hacemos el tránsito infinito del ser al no ser. Que es la única verdad principal, este tránsito para no ser, o ser el nombre que se difumina en los días por venir hasta el silencio completo, la nada en este aquí al que nos trajeron.

Me voy. Unos días. Veré otros lugares distintos a este paisaje de dos mares, esta bahía de los mitos, este enclave comunicado por puentes, avenidas, portales y escaleras. Serán otros puentes y serán otros mares, por poner aduanas en el agua que espejea por las tardes, la playa llena de transeúntes, las noches frescas del verano de aquí. Cuando vuelva habrá empezado el resto de nuestras vidas. Exactamente como cada día, exactamente como desde donde alcanza la memoria.

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