Desde mi cierro

Pedro Mª González Tuero

Hay días...

La verdad, mi asiduo lector, fue que, cuando ayer sobre esta hora me dispuse a escribir este artículo, no sabía qué decir. No sé si porque había tanto o porque uno se cansa también de repetir lo mismo. No sé si prefería hacer referencia a los actuales juegos hispanos que se celebran aquí, ya que parece ser que han tenido una interesante y vistosa inauguración, o del por todos reiterado robo de la caja de todos, o de la agradable puesta en escena de la recién pasada Feria del Libro. Pensé si opinar sobre la tan cacareada moción de censura que pretenden los insatisfechos socialistas de este pueblo, o hablar sobre la silenciosa senadora, también socialista, a la que pagamos todos, bien pagada, pero de la que no se sabe nada. Aunque sí hubiese deseado escribir sobre Emilio, esa persona desconocida por casi todos, pero que su muerte hace algunos días me llegó tanto. También, me hubiese acordado de otros como él, que pasan por aquí, por esta desesperada vida, para ni vivirla ni saborearla. Hasta me pude imaginar que podía escribir de mis alumnos que han terminado el bachillerato este curso, que no se parecían en nada a aquellos de los que tan bien opiné desde aquí hace un año.

No sé. Hoy, que ha amanecido tristón y desaborido, tengo también mis presagios y suspiros como el día. Llevo justo hasta aquí doscientas veintiséis palabras escritas, y aún me queda para llegar a las cuatrocientas. En absoluto pretendo imitar el famoso y magnífico soneto de Lope de Vega que decía que "un soneto me manda hacer Violante…". No obstante, de lo que de verdad me gustaría escribir es de mi Isla. De La Isla de los contrasentidos o la de los contrastes, la de luces y sombras; La Isla que sabe hacer bien unos juegos olímpicos internacionales, sin publicidad nacional, sin televisiones, sin tenernos los otros en cuenta; La Isla que consigue que se edite un sello conmemorativo del bicentenario, pero en el que no figura su nombre; una Isla que ha confeccionado un bonito y elegante cartel de Feria y lo feo que fue el pasado año. En fin, mi desorientado lector, que ya voy por las trescientas sesenta y estoy acabando. Aunque, a pesar de que esto está saliendo, lo que sí tengo claro es que ni Arturo Rivera es Violante, ni yo Lope de Vega.

Y el Perete lloró, cuando se enteró de lo del pobre Emilio. Jodida vida, porque hay días…

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