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La esquina

josé / aguilar

El día que Duran cantó

AHORA que vuelve a jugar un papel estabilizador en la política española y que persigue una constructiva tercera vía para el conflicto catalán, el democristiano Josep Antoni Duran Lleida ha hecho una confesión demoledora para sí mismo y para toda la clase política. Un misil para la imagen de los políticos nacionales que es, a la vez, toda una explicación de los resortes que los mueven y los definen.

Estaba Duran dedicado a la noble tarea de consagrar la autonomía de Unió (su partido) con respecto a su socio mayoritario, Convergència (el partido de Artur Mas), y buscando una entente cordial con los socialistas de Cataluña del esforzado Pere Navarro para romper la marcha presuntamente imparable hacia la secesión, cuando tuvo que responder, en entrevista radiofónica, a una pregunta sobre su futuro personal.

Quería saber el entrevistador qué haría Duran Lleida en el caso de que las cosas le fueran mal con Mas, si pensaba retomar una lejana vida profesional dedicándose a la docencia. He aquí lo que dijo: "¿De qué viviré y de qué comeré? Los pobres profesores ganan muy poco. No tendría suficiente". Expresaba una honesta inquietud personal porque, desde luego, con un sueldo de "pobre profesor", sea en primaria, secundaria o universidad, no le iba a llegar ni de lejos para ocupar cuatro días a la semana una suite del Hotel Palace en Madrid.

Pero expresaba, sobre todo, el drama de los políticos españoles que es, al mismo tiempo, la raíz de muchos de los males de la política: la profesionalización. Junto a una minoría de políticos vocacionales, cargados de ambición legítima y afán de servicio público, que están perdiendo dinero y perjudicando su trayectoria profesional privada, hay una mayoría de refugiados en la vida pública por carencia de éxito profesional -incluso, a veces, de profesión propia-, que tendrían serias dificultades para ser contratados en el sector privado y que se dedican a la política porque no saben hacer otra cosa que requiera una mínima cualificación.

Son éstos los que, en cuanto acceden a un cargo público porque sus jefes así lo deciden tienen como misión fundamental no apearse de él de ninguna de las maneras o, en todo caso, alcanzar otro cargo más relevante. Los conservadores que taponan la renovación de los partidos, frenan los cambios y lastran la política con su mediocridad. Por no ser "pobres profesores". Con el cante de Duran Lleida ha cantado la gallina.

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