EL ALAMBIQUE

Alejandro / Barragán

Las deudas

Ylos prisioneros tendrán que ducharse con vino de la tierra y sus cuidadores se lavarán las manos con toallitas húmedas. El patio se secará y se cuarteará al sol si las lluvias no lo remedian pronto. Y, entonces, los aseos primero, y los pasillos y las celdas después, acabarán oliendo a rancia humanidad. Mezclándose con productos esterilizadores concentrados, el hedor se convertirá en una lenta tortura para quienes tengan que padecerlo. Cuando ya no quede líquido elemento en las cañerías de las cárceles, clamarán al cielo, tanto unos como otros, para que las autoridades satisfagan la deuda contraída con los señores del agua. Porque los señores del agua son quienes tienen el poder sobre el abastecimiento y reclamaron en su día 300.000 monedas de euro no abonadas a su debido tiempo. Y ésas eran sus amenazas: desecar las prisiones morosas.

Y se recordará cuando vengan quienes pidan el pago de otras viejas deudas. Y llegarán los días en los que las calles se llenarán de desperdicios porque no habrá sitio para guardar 45.000 toneladas de basura al año. Y nos pringaremos y nos ensuciaremos, porque los hermanos de los señores del agua, que tienen el poder sobre las inmundicias que generamos, también dejaron de saldar sus deudas en su momento. Y entonces, muchos trabajadores de los servicios públicos verán cómo sus sueldos tardan en aparecer en sus cuentas. Y la gente clamará al cielo, para que los señores de las finanzas públicas satisfagan las deudas con los señores de las finanzas concertadas y privadas. Porque los señores de las finanzas, en general, estarán todavía calculando, haciendo números. Fabricándolos como sea para que no se les caiga todo encima.

Hasta que, un buen día, oigamos la historia del conductor autobús que se encontró una bolsa entre Valdelagrana y Fuentebravía, que contenía un millón de pesetas, avisó del hallazgo y logró que su octogenaria dueña recuperara, con gran alivio y alegría -se supone- el dinero perdido. Aprenderemos, pues, que todavía los hay honrados y valientes en estos tiempos en los que las administraciones, sus señores regentes y sus compadres juegan a los casinos en pos de unos muchos billetes y de unos cuantos votos agradecidos.

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