Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Desde mi cierro

Pedro / g. Tuero

Un descarado asalto

Hoy me gustaría ponerme en la piel de mi desollado lector. De la de mi seguidor isleño o chiclanero, pues ambos padecen, soportan, penan o se sienten hasta torturados por las consecuencias nefastas producidas por las obras de ese invento interesado llamado tranvía. Desde cuándo y hasta cuándo. Cuántos artículos de estos conoce o ha leído mi cansado lector que se refieran a este desaguisado asunto sobre ese fantasma que nos tiene, como es propio en el isleño, a la espera una vez más. Siempre esperando. Ya sea el tranvía, la reforma del edificio municipal, que terminen con los muertos del Janer, terrenos de San Carlos, Polvorines, casa Lazaga y tanto que nos desespera. Un continuo rosario que a cada momento refunfuñamos.

Y en Chiclana otro tanto. Avanzan, pero no terminan. Hasta que el alcalde Marín -dos cojones- ha dicho basta. Que no se sigue hasta El Pájaro -menudo lío- hasta que, lo que aún no se ha acabado, se remate y que el tráfico fluya. Más el lógico cabreo de los comerciantes, siempre paganos, demasiado bondadosos y educados. Además de ver ese río, que me lo están cegando y atascando, y me pregunto: ¿dónde están esos ecologistas tan dinámicos y arriesgados? ¿esto no es un descarado atentado contra ese medio ambiente que los enamora? A una Chiclana que aún le queda la actual obra y, después, dentro de unos años, la siguiente -arreglar la primera- como en La Isla, que ya van dos. Y sin tranvía.

Pero, ni aquí ni allí, les echemos la culpa a los alcaldes. Realmente han sido unos mandaos que ya habían heredado este desastre. Hoy hacen lo que pueden para tratar lo que no tiene remedio, al menos, que sea pasajero, aunque imposible. Por eso, todo este caos urbanístico y la ruina para muchos comerciantes, ha sido un descarado asalto a la dignidad de los ciudadanos. Asalto que en esta paciente Isla surgió hace más de ocho años, pero que, entonces, lo desconocíamos. Recuerdo, cuando el señor López Gil, entonces candidato socialista a la alcaldía, nos reunía a los informadores y opinadores de aquí para cantarnos las excelencias y aventuras del tranvía. Verdadero cuento de hadas, cuyos autores no eran otros si no los que ahora casi no están: los "eres" están acabando con ellos. Interesados y corrompidos que, por huevos, había que implantar un tranvía. El tranvía del futuro y de la esperanza, que iba a solucionar los problemas de la Bahía, y, para mejor brillo, que pasara por el centro de estas ciudades. Y así estamos. Ah, y que hasta Cádiz llegaría, pero, ahora, no hay vías. Y doña Teófila tan tranquila, inteligente mujer que siempre dijo: no.

Porque, con estas descaradas mentiras, los socialistas junteros y muchos eredados nos engañaron una vez más. Mientras, la preñada presidenta atesora con desconfianza su canastilla electoral. Le importa un ovario el tranvía y sólo piensa en ganar. Ya son más de treinta años aguantando a los de siempre. Aquí, ya por miedo o desconfianza, no cambiamos de dueños. Pobre Andalucía que no tiene remedio.

Y no me extrañaría que esa concejala socialista, Marta Bricco, que se fue y no ha vuelto, se encuentre en alguna parada a la espera del tranvía. Capaz.

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