No llega uno a acostumbrarse a que los niños (y los no tan niños) anden ya acudiendo a las sedes de sus cofradías para recoger las túnicas de sus procesiones, a la vez que se acercan a la costurera a probarse el disfraz que lucirán el fin de semana que viene. Y entre tanto y tanto, los padres acuden a la sede de las hermandades preocupados por si siguen teniendo el palco en Catedral o si emigran a San Juan de Dios. Y eso con algún que otro turrón y algún polvorón de coco aún en la despensa. Así nos colamos, casi sin querer, en el verano que viene, y de aquí a nada estarán preguntando nuestros superiores por los turnos de vacaciones veraniegas. La vida es un plisplás ya de por sí y el almanaque nos imprime un estrés que para qué te cuento. Será cuestión de intentar relajarse y subyugarse a la filosofía Hygge, el auténtico secreto de la felicidad de los daneses. Habrá que probarla. O eso, o el Lorazepam.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios