Al alcalde de Cádiz no le ha debido hacer ni pizca de gracia que Pablo Iglesias intente imponer a Manuela Carmena la lista de candidatos a las próximas municipales. El follón que se ha organizado en la capital tras la suspensión de militancia de Rita Maestre y otros cinco concejales afines a la alcaldesa ha vuelto a abrir en canal a la formación morada. Y en su pulso con la regidora, casi resulta enternecedor el papel que interpreta Iglesias, apelando al código ético para sancionar a los leales de Carmena, con la única intención de que el ex Jemad Julio Rodríguez, su hombre de confianza, suceda a Carmena. Hasta seis ediles desafiaron al líder podemita porque quieren seguir en el Ayuntamiento sin riesgo alguno -y con el respaldo de la alcaldesa- antes que someterse a un nuevo proceso democrático, al capricho en este caso del secretario general de la formación, que lo único que persigue es situar a Rodríguez como número 2 de la regidora, para garantizarse el control a futuro. Lo curioso es que Iglesias quiera someter el proceso a unas primarias en que su candidato tendría asegurado un puesto de salida.

La posición de los críticos ha sido clara: si Iglesias rompe su promesa de que Carmena tenga libertad para configurar a su equipo, los concejales no respetarán las reglas del partido. Veremos en qué acaba la historia, porque las primarias de Podemos a las municipales contarán con solo una candidatura, encabezada por Rodríguez. Seguro que aquí en Cádiz más de uno está a verlas venir. Como es sabido, José María González no cuenta con la mayoría de los concejales que le acompañan en su gobierno desde 2015 dada su limitada capacidad de gestión. Es más, lo lógico es pensar que se ocupará en primera persona y en ayuda de sus colaboradores de confeccionar la candidatura más solvente con la que pueda presentarse para la reválida. ¿Le afeará Pablo Iglesias que no respete el código ético del partido y no someta la lista a la voluntad de todos los inscritos?

A la vista de lo sucedido en Madrid y de la directriz del líder nacional de Podemos, Ana Camelo, Adrián Martínez de Pinillos y otros compañeros que cuentan con pocas posibilidades, por no decir nulas, de continuar, tendrían en su mano la posibilidad de presentarse a ver qué pasa. ¿Estaría de acuerdo el alcalde? ¿Estaría dispuesto, en definitiva, con presidir el gobierno que decida su gente? Sería una auténtica sorpresa que se decidiera por este camino, dados los auténticos quebraderos de cabeza que le han ocasionado algunos de sus concejales (otros no han llegado ni a eso). Por tanto, lo más probable es que cocine discretamente la lista antes de presentarla, previo encaje de los socios de Ganar Cádiz.

Salvo sorpresa, José María González no tendrá más remedio que acudir a los métodos de la vieja política, esto es, al dedazo, como por cierto ha hecho Pablo Iglesias cada vez que le ha parecido lo más oportuno. Al fin y al cabo y por más que intenten disimularlo, las fuerzas emergentes cada día se parecen más a las formaciones que han gobernado este país durante cuatro décadas. ¿O acaso no habíamos visto nunca la ciudad levantada en obras justo en los meses previos a unas elecciones? Viene al pelo la anécdota que rescata Miguel Ángel Aguilar en su última obra, a propósito de la reflexión que se le pasó por la cabeza a más de un franquista durante la Transición, cuando el cambio ya era imparable: "Yo ya no sé si soy de los nuestros", se resignaban entonces. Cada vez son más los podemitas que se ven obligados a darle vueltas a esto mismo casi a diario.

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