La cornucopia

Gonzalo Figueroa

Las debilidades del poderoso

Los ingleses, poseedores del auténtico sentido del humor, se han encargado de definir a los norteamericanos con variados epigramas. El genial Wilde ya lo decía: "Hoy los ingleses tenemos realmente todo en común con los norteamericanos, salvo, por supuesto, el idioma." Y el historiador Arnold J. Toynbee aportó su picardía al expresar que Estados Unidos era "como un perro grande y amistoso viviendo en una pequeña habitación. Y cada vez que mueve la cola, golpea una silla". Resulta inevitable hablar de ellos, ya que en meses habrá elecciones para elegir al sucesor -o sucesora- de Bush.

Reconozcamos que en los países democráticos el voto tiene algo de visceral, y que no siempre los votantes empleamos el equilibrio suficiente como para ejercerlo después de un frío juicio crítico. Y en esta materia, los norteamericanos son campeones de la parafernalia electoralista, con grandes mítines donde no se miden los gastos ni se recatan en los gestos populistas, himnos alusivos e histrionismos varios.

Nadie puede saber con exactitud a estas alturas, cuál de los tres candidatos será el elegido. Pero bien podemos imaginar por dónde irán los tiros para cada uno de estos desiguales púgiles. El indiscutido McCain, héroe de guerra y único candidato republicano, es la imagen del sensato y aplomado estadounidense de clase media muy acomodada, que une a su valiente pasado, una larga experiencia como senador, hoy disidente de la lamentable trayectoria de su correligionario Bush, cuyas formas y criterio de gobierno rechaza, no obstante apoyar la continuidad de su guerra de Irak y la lucha contra el terrorismo. Hillary Clinton es la incansable tesonera que vende su pretendida "experiencia" presidencial que su marido le presta, posiblemente como una forma de compensarla por sus devaneos amorosos y su no poca afición a la gloria. ¿Y Barack Obama? El atractivo oponente inexperto aporta originalidad, capacidad conciliatoria con sus adversarios y la fuerza de su origen racial, que le otorga una ventaja creciente entre negros e hispanos, en lo que compite ardorosamente con Clinton, precisamente cuando la estrella de esta última se opaca con algunos escándalos que seguramente le pasarán factura.

El novelista John O'Hara definió a su Norteamérica como "un país que ha saltado de la barbarie a la decadencia sin tocar la civilización". Temo que ese poderoso pueblo no esté aún maduro para un Obama. Y su pugna con Hillary puede inclinar al desconfiado americano medio por el discreto McCain.

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