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la tribuna

Gumersindo Ruiz

Algo nos debe Europa

ALGO nos debe esta Europa que se aferra al cumplimiento de unos compromisos presupuestarios, como si ésta fuera la única verdad que surge de la crisis, y el talismán que salvará la economía. El Banco Central Europeo, (BCE ) ha bajado el tipo de interés y da facilidades para que los bancos puedan tener liquidez y dar créditos, pero en los años antes de la crisis jugó a favor de Alemania y Francia y en contra de los intereses de España. En este mismo periódico, en diciembre de 2006, escribí un artículo al que siguieron otros hasta que la crisis fue evidente, avisando que el BCE seguía una política inconveniente para nosotros, pues necesitábamos un tipo de interés mucho más alto para evitar la burbuja que se estaba formando en la construcción y en la compra de empresas, entre otros excesos.

Incluso me atreví a establecer el tipo de interés que era necesario, dos puntos porcentuales más que el que había en aquel momento. Pero entonces España crecía a una tasa superior al 3% y se creaba empleo, y Alemania y Francia crecían a poco más del 1% y se les apoyó con tipos de intereses bajos; cuando los tipos comenzaron a subir era tarde y lo hicieron lentamente. Algo nos debe el Banco Central Europeo por esta mala gestión de la política monetaria y de los tipos de interés.

El déficit público y el volumen de la deuda respecto al producto bruto no eran entonces un buen indicador de los problemas que se avecinaban. Durante años explicaba a mis alumnos de Económicas el Pacto de Estabilidad y los requisitos de estabilidad fiscales; dejé de hacerlo cuando Alemania y Francia incumplieron sus compromisos, estableciendo un mal precedente. Todo esto ha pasado desapercibido, lo cual es natural, pero Martin Wolf, el economista principal del Financial Times, y quizás el más influyente del mundo, mostraba el miércoles pasado que en el período 1999 a 2007 España tenía unas cuentas públicas impecables (medidas según el déficit y la deuda); excepto Grecia, que es una excepción de mal gobierno y economía fallida, ningún país tenía un déficit superior al tope del 3%.

Con el volumen total de la deuda, quitan- do a Italia, los países que luego hemos tenido los mayores problemas estábamos en una muy buena posición de cumplimiento, lo que no ocurría con Alemania. Así pues, la conclusión es clara: los indicadores de la deuda no sirven para anunciar que se está fraguando una crisis, y cualquier que mirara durante esos años al déficit y la deuda de los países del euro no tenía manera de prever que de un día para otro nos íbamos a encontrar con un deterioro tan fuerte de las cuentas públicas. Que ahora consigamos ajustar las cuentas y evitar la especulación contra la deuda pública no es ninguna garantía de que estamos consolidando la unidad europea.

Si la deuda no está en el origen de los problemas, ¿qué indicador es fundamental para explicar lo que ha ocurrido? Si se relaciona para un conjunto amplio de países su posición comercial exterior -esto es, si venden más que compran y reciben inversiones, o no- con el paro, puede verse una correlación entre capacidad de competir en el exterior y menor desempleo. Martin Wolf también nos dice que el indicador que señala el problema de base de Europa es la diferencia exportadora entre los países. Pone de manifiesto que los países que tenían desequilibrios comerciales entre 1999 y 2007, aunque aparentemente sus economías fueran bien en términos de producción y generación de empleo, son los que tienen mayores problemas en la crisis. La deuda pública es una consecuencia, no una causa, y sólo la consideración de esta anomalía que son los desequilibrios comerciales, dentro de la Zona Euro, evitará problemas futuros.

Las reuniones de esta semana han mostrado cierta disposición por avanzar en el apoyo a la deuda pública. Los fondos europeos y sus apoyos internacionales, así como las decisiones del BCE, no son para mí un socorro o rescate, sino acciones contra la especulación. Sin embargo, seguimos sin tocar lo que hemos visto que resulta fundamental. Los problemas no son principalmente de deuda ni monetarios, sino de distribución dentro de la Unión Europea de la producción y el empleo vinculados a la exportación; y mientras que no nos enfrentemos con estas desigualdades no se puede hablar de soluciones para Europa.

Más que ir con una actitud que busca complacer y un complejo de culpa, deberíamos exigir un ajuste entre lo que compramos y lo que nos compran, con todo lo que esto implica de cambio en nuestra forma de producción, porque ahí está la verdad y la salida de la difícil situación en que nos encontramos.

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