Hace unos años se puso de moda el gastrobar que era un bar como a lo fino, con los platos cuadraos en vez de redondos y con salsa al PX hasta en la berza…evidentemente deconstruida.

El gastro bar parece ir a la baja y hay gente que empieza ya a reivindicar el cucharo bar, el bar de plato hondo, de esos que la salsa se bambolea más que un paso de palio por Pomponio Mela.

Los cazadores de tendencias que son una gente que se dedica a adivinar lo que va a querer la demás gente en unos meses dicen que el homo barra (el humano que habita los bares) vuelve al puchero, al caldito de pollo humeante y que en pocos meses el crujiente que más gustará será el de unas papas fritas en estado de gracia.

La teoría resulta creible, igual que resulta más creible el ministro Zoido cantando soy el novio de las croquetas más que soy el novio de la muerte. Cada día en los bares se piden más croquetas, más berzas y más carrillás en salsa.

¿Qué es un cucharo bar? Pues es un establecimiento de tapeo en el que entre los diez primeros nombres de tapas que aparecen en su menú está el menudo, las albóndigas, el venado en salsa y los garbanzos, punto con, con n, y no con m. Pueden ser punto con langostinos, con chocos, con tagarninas o con carrillada, una variante del menudo que en su día creara con gran éxito de crítica y público el gastrónimo gaditano Mariano del Río.

El cucharo bar sustituye el canelón de rabo de toro, por el rabo de toro con su hueso bueno pa chupá y a su lado dejarse de emulsiones, una buena fritá de papas, en condiciones. El cucharo bar sustitiye el carpaccio de ternera del Cáucaso, por los chicharrones de Chiclana cortaos en finito y, por favó, sin mayonesa de enebro.

El cucharo bar defiende el trozo, nada de esencia, se muestra partidario del miajón, más que del grisini y defiende que los platos rebocen por los lados, más que el rebozado con kikos.

El cucharo bar defiende la cucharada sopera y sólo recomienda usar las manos con las acedías de Sanlúcar. Apuesta por la merluza rebozá y no quiere ni oir la palabra tempura, que es lo mismo, pero más lasia y dos euros más cara. Queremos más adobo y menos Kimuchi, más bisté empanao y menos carpaccio y defiende las papas fritas frente al mézclum de lechuguitas más sosas que la primera comunión de un niño de Oslo.

El cucharo bar defiende el pegotón de mayonesa para las huevas cocias y echarle un chorreón de manzanilla a los bistelitos vuelta y vuelta. Hay que reivindicar la vuelta del bistelito y demostrar que el "Bao" es lo que le sale a las gafas cuando le da el humo del puchero. Menos baos y más molletes…eso sí rellenos de carne mechá.

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