Ahora le toca a la harina. El caso es tenerme siempre el alma en vilo y mantenerme en ese estado de ansiedad que no me deja dormir. Al principio, el papel higiénico y el papel de cocina. Me veía como un auténtico desgraciado al tener nada más que 24 rollos para después de obrar, como dicen en mi barrio. Ahora ya hay papel para parar un tren y resulta que las estanterías que ahora se han quedado vacías son las de la harina. ¿Y ahora qué hacemos? Quién manipula estos desabastecimientos. Debe haber una mano negra que vende esos productos y, además, el tranquimazín. Me he llevado media vida sin saber si había o no había harina en mi despensa y, de hecho, nunca lo había visto como un elemento indispensable y ahora me está quitando el sueño. ¿Qué vendrá ahora? A ver si algún gurú me lo adelanta, y bajo ahora mismo a comprar diez de lo que sea. El caso es tenerme en tensión y no poder disfrutar de este encierro.

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