La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La cosa está jodida

Covid, viruela del mono, Ucrania, calor, la extrema izquierda cogobernando y la extrema derecha ascendiendo

Crece de forma preocupante la séptima ola de Covid tras el fin de la obligatoriedad del uso de mascarillas. Aparecen casos de la viruela del mono en Madrid siendo -según la ministra Darias- la primera vez que se produce una cadena de transmisión de esta enfermedad en Europa sin estar vinculada a un viaje a zonas de África; y da repelús oír a Fernando Simón afirmar que "no es probable que la viruela del mono vaya a generar una transmisión importante", aunque, aleccionado por anteriores predicciones suyas, añade que "no se puede descartar" que esto suceda. Sigue la guerra de Ucrania y el runrún -difícil saber si catastrofista o realista- de una nueva guerra fría o una tercera guerra mundial. El cambio climático parece seguir desbocándose: leo que los árboles crecen más rápido y mueren antes a causa de las altas temperaturas y que estamos sufriendo una anómala, por anticipada, ola de calor que alcanzará los 40 grados en mayo.

Cabe preguntarse para cuando las aguas se convertirán en sangre, lloverán ranas (como ya visualizó P. T. Anderson en Magnolia), habrá plagas de langostas, piojos y mosquitos (ya nos visitaron los del Nilo), una peste diezmará el ganado, los cuerpos se llenarán de úlceras (quizás sea un anticipo la viruela del mono), lloverá fuego y nos invadirán las tinieblas (la última plaga, provocada por el terrorífico y reptante humo verde de Los diez mandamientos de DeMille, prefiero ahorrármela).

La cosa está jodida, no cabe duda. Futuribles aparte lo cierto es que llevamos dos años y medio de pandemia y que, pese al éxito de las vacunas, estamos viviendo una séptima ola, ciertamente menos letal, que al fin se empieza a reconocer como realidad. Nos hemos hecho a ella como al final se hace uno a todo, pero nadie hubiera podido imaginar hace tres años que durante el gran confinamiento veríamos todas las ciudades del mundo desiertas como en las más exageradas películas de catástrofes. Tampoco, pasando a lo nacional, que veríamos a Cataluña proclamar su independencia y a los causantes ser después indultados, las calles de Barcelona convertidas en territorios de guerrilla urbana, autoexiliarse al rey que creó el marco de estabilidad que permitió -como dijo Suárez- "cambiar las cañerías sin cortar el agua", a la extrema izquierda cogobernando con un PSOE degradado por Sánchez y la extrema derecha ascendiendo. La cosa está jodida, sí.

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