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En la cima del disparate

Mara Rodríguez tendría que haber dimitido tras anunciar que votaría lo que exige Martín Vila y acepta su secretario general

El PSOE sigue atrapado en ese trastorno de la doble personalidad que sufre desde que entregó las llaves de Cádiz a los anticapitalistas para desalojar a Teófila del poder. La última en requerir cuidados intensivos tras agarrarse un sofocón en el salón de plenos, desquiciada por su mala cabeza, fue su portavoz municipal, Mara Rodríguez. Y no es para menos después de que se plegara a los deseos de Kichi y su socio Martín Vila, con el populista baile de nombres del callejero y con la limitación de alojamientos turísticos en la capital, justo tras proclamar lo contrario durante tantísimo tiempo. El voto a favor de los socialistas no sorprendió a nadie porque Mara lo anticipó días antes. Lo que resultó más penoso y triste, como ese alumbrado navideño tan pobre e indigno para una capital, fue su justificación: "Apoyaremos estas iniciativas porque así lo exige Martín Vila y lo consiente el secretario general (Fran González)". De ser así, y no hay por qué dudar de su palabra, Mara tendría que haber dimitido, ya que las limitaciones a los pisos turísticos irán más lejos de lo que ella y su grupo defendieron. Y si su cambio de criterio responde a que ha perdido apoyos, a que ha sufrido un ataque de pánico tras las encuestas o a intereses más oscuros, los gaditanos han de saberlo. Lo que la sitúa en la cima del disparate es que renuncie a sus ideas sobre la turistificación y simule ser más radical que los anticapitalistas con el callejero para llamar la atención.

Eliminar el Paseo Príncipe de Asturias para homenajear a un dirigente vecinal socialista es un gesto reprobable que sólo se supera con la nueva calle Proletariado del metal. Y respaldar otros cambios como el de Ingeniero La Cierva y Marqués de Comillas -al que, al parecer, algunos fenómenos han confundido con otro señor- sólo les ayuda a quedar de pobres veletas sin alma. Jamás se escuchó a un socialista cuestionar sus méritos y lo más probable es que no sepan ni de quiénes hablamos en profundidad. En su primer mandato, Kichi se enfrentó sin equipo a una oposición bien pertrechada y con el colmillo retorcido, de vuelta de la catedral. El entonces portavoz socialista, Fran González, fue vilipendiado hasta en su casa por no dejar pasar una a los anticapitalistas, y al PP le bastó con Pepe Blas para convertirse en la pesadilla de los podemitas tanto en los plenos como en los consejos de las empresas municipales. Entonces no pegaban ojo. Ahora, en cambio, el alcalde goza de un mejor equipo y delante no tiene a nadie. Hay días en que la oposición no aparece ni por los consejos de las sociedades municipales, aunque bien pensado da igual, ya que el PSOE es capaz de aprobar hoy lo que ayer rechazó de plano, como se ha visto con la cuenta de Emasa. Los populares no gozan de la misma preparación y capacidad de trabajo. Y tampoco han cerrado el debate entre los que apuestan por la renovación y los continuistas. Los socialistas, desde que su portavoz dimitió de sí misma, ni están ni se les espera. Kichi puede dormir a pierna suelta.

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