Desde mi cierro

Pedro G. / Tuero

Un cierro transformado

Después de un par de semanas de ausencia, en las que este cierro ha permanecido atrancado, con los visillos echados y sus cristales velados, hoy de nuevo lo descierro y me pongo a mirar. Aunque me gustaría que mi lector supiera que al asomarme lo he encontrado distinto y hasta misterioso. Sus postigos me parecen más anchos y los ventanales de mayor amplitud. El herraje que lo soporta ha cambiado de color y su techumbre que había sido hasta ahora algo menguada y encogida, se me ha convertido en una más prolongada y puede que hasta desmedida. Su madera envolvente me parece un poco blandengue y con una elasticidad impropia de este material. Pero, sobre todo, la transparencia de sus cristales es lo que más me ha llamado la atención. No hay reflejos ni destellos. Divisándose un límpido paisaje donde todo se muestra con una nitidez y perfección inusitadas. Con una profundidad de visión que hasta ahora no se mostraba. Un vecino que es un buen conocedor de este tipo de componentes, ya que es el propietario de una óptica, al verme asombrado, me ha dicho que están polarizados. Y me acordé de las gafas de sol de mi hijo Pedro que en estos Reyes costaron un huevo, porque -me dijeron- sus cristales presentaban esa innovadora excelencia.

Pero, ante esta sorpresa mayúscula, mi incrédulo lector, mi cuestión era que quién había sido el autor de este extraño cambio. Dejé mi cierro cuando me fui bien cerrado y trincado, y al volver me lo encuentro de esta guisa. Un cierro cambiado con una apariencia espacial, con unos materiales no solamente nuevos sino de aspecto extraño e insólito. Otro vecino, que es un buen entendido en estos menesteres, pues es policía nacional, investigando, me ha revelado que el causante de todo este artificio ha sido Arturo Rivera -a la sazón actual delegado de este bendito Diario en nuestra Isla-. Luego, mi benefactor periodista me ha comentado que así fue porque, por intereses propios de la empresa, me han mejorado y transformado mi cierro para que mi visión desde él sea más amplia, más profunda y dilatada que nunca.

Por lo tanto, me hallo ante un cierro convertido casi en nave espacial con una forma aerodinámica desde el cual se puede ver todo, aunque lo que no vea, me lo imagino. Que, por cierto, esto es algo que al día de hoy falta en la vida política que nos rodea, pues nuestros políticos además de chorizos son aburridos. Esto me lo sentenciaba un tercer vecino mío que fue concejal y que en la actualidad regenta una deliciosa carnicería especializada en sabrosos embutidos. Y me acordaba de aquella ácrata pintada tan resonante que leí en una fachada, en mis tiempos de estudiante en la Complutense madrileña, durante la transición política, que decía: "Putas al poder. Y sus hijos los que están". Como ve, mi escandalizado lector, nada ha cambiado, pero mi cierro sí se ha transformado. Habrá que ver.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios