SON para celebrarlas, pero pocas son. Que el cantaor Arcángel actuara ayer en la azotea de la Casa Pemán o que la Torre Tavira nos sorprenda de vez en cuando con conciertos y recitales son motivo de alegría para una ciudad que no ha sabido hacer de su skyline un negocio (bueno, que no sabe hacer negocio de casi nada). La ciudad de las torres-miradores, ¿cuántas tenemos? ¿alrededor de 1.000?, se olvidó de mirar al cielo como se olvidó de mirar al mar, y mira que ambas vistas, como bien sabían nuestros ancestros, hacen un matrimonio inquebrantable. Son contadas las ocasiones en las que aprovechamos nuestros miradores, azoteas, torres y lavaeros, un filón que desde hace algunos años explotan otras localidades con un clima estival menos agradecido como Sevilla y Madrid. ¿Quién no quiere disfrutar de un concierto, tomar una copa o compartir un rato con amigos recortados en el cielo de Cádiz?

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