Hemos perdido toda la privacidad. Un alcalde no puede tomarse una cerveza en un lugar tranquilo, aunque esté en calzonas y en camiseta de tirantes, sin que haya alguien que saque el teléfono móvil, retrate el momento y después lo comparta de manera viral. Antes el cazador se hacía una foto con la presa abatida como un signo de dominio sobre la fiera. Ahora el cazador es furtivo, tira a matar pero es invisible, no deja marcas en el camino. Todo el mundo tiene una escopeta a mano en forma de teléfono móvil y un botón de pulsar como un gatillo para abatir a la presa, que prácticamente nunca ve venir el peligro. Algunos intentarán desviar la atención con lo de que él se lo ha ganado por ir de esa manera pero eso es como lo del deleznable algo habrá hecho. Eso sí, en la selva donde todos se comen los unos a otros, el cazador también puede terminar cazado cuando menos se lo espere. Esto es la jungla.

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