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Desde tribuna

José Joaquín León

Cuatro casos para reflexionar

UNA consecuencia de la nefasta temporada pasada fue el divorcio entre la afición y los futbolistas. La falta de actitud de algunos jugadores, a los que tampoco supieron motivar desde el banquillo, fue decisiva para el descenso. Por eso, se demandaba una limpieza de la plantilla, en la que apenas hubiera restos del año horrible.

Este Cádiz que se entrena y está programado para la Segunda B, con la esperanza última de que le toque la lotería y se quede en Segunda A, necesita recuperar la unidad entre la afición y los jugadores. Fue una de las claves en los dos ascensos más recientes: el de Segunda A con Jose González y el de Primera con Víctor Espárrago. El cadismo unido también fue vencido, pero costaba más trabajo. Por eso, hay que abandonar la mentalidad negativa que ha hundido al Cádiz y recuperar la energía positiva de tiempos mejores, cuando no se consideraba a los futbolistas como unos sinvergüenzas.

En la actual plantilla hay al menos cuatro que deben valorarse como se merecen: Raúl López, Bezares, Fleurquin y Enrique. Cada caso es diferente, pero todos tienen algo en común: jugaron en Primera y están dispuestos a seguir en Segunda B a conciencia, no sólo porque no tienen algo mejor, sino porque se quieren quedar.

Raúl López ha sido el ejemplo de la entrega en los últimos años. Más de una vez se ha pedido a 11 como él en el equipo, porque siempre da lo que tiene. Es un símbolo del Cádiz de los tiempos malos y de los buenos, de los que no abandonan y dan la cara, así en Segunda B como en Primera. Es un gran ejemplo para esos niñatos que se quieren ir sin haber demostrado nada.

Bezares es un futbolista que estuvo en la cantera del Cádiz antes de irse a la del Sevilla, que llegó a ser titular en Primera y que también ha dado lo que tiene. Era un jabato con Espárrago, pero se lo cargaron algunos de los entrenadores que hemos tenido después. Rubio no lo puso de titular en el decisivo partido de Alicante, en el que jugaron otros que estaban deseando irse. Bezares hubiera encontrado equipo en Segunda A, pero ha preferido quedarse. Ahí ha demostrado su cadismo.

Fleurquin es uruguayo. No se le caen los anillos por jugar en Segunda B, a pesar de que ha sido internacional con la selección de Uruguay, ha jugado la Liga de Campeones con el Galatasaray turco, y ha estado en Primera con equipos de varios países europeos, entre ellos con el Cádiz. Es un futbolista veterano, que vivió momentos mejores, pero que siempre ha demostrado ser un gran profesional y aún puede aportar.

Enrique es un caso singular. Estamos ante la irregularidad personificada, un extremo capaz de lo mejor y de lo peor, que dejó tirado en el suelo al Pepe del Real Madrid en el Trofeo Carranza, con un golazo, y que no aportó grandes cosas en muchos partidos de Segunda. Es otro futbolista que notó la salida de Víctor Espárrago, con el que jugó sus mejores partidos. Y no por casualidad, sino porque los entrenadores buenos mejoran a los jugadores, y los malos ya se sabe. También merece elogios por seguir incluso en Segunda B.

No todos los futbolistas son unos peseteros. En el Cádiz tenemos algunos ejemplos.

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