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El caso Gernsheim

¿En una España totalitaria haría lo mismo Kichi y su lugarteniente Martín Vila con la obra de Pemán?

Friedich Gernsheim, hijo de un eminente médico judío, nació en 1839 en Worms, la famosa ciudad alemana en cuya catedral fijó Martín Lutero sus 95 tesis, que provocarían la ruptura de la unidad católica en Europa. Recibió las primeras lecciones musicales de su madre y posteriormente bajo el director musical Louis Liebe, antiguo alumno del gran compositor Louis Spohr, ampliaría sus estudios. Tras diversos grandes maestros, en Saarbrüken recibió el encargo de dirigir la orquesta de la ciudad. Pero excuso referir toda la biografía musical de Gernsheim, ni lo que es realmente importante, su importante contribución musical a la Historia de la cultura alemana y europea, de la que conviene destacar su producción camerística y pianística. Son las últimas líneas de su biografía las que nos hielan la sangre.

Aunque murió en 1916, antes de que la maldad y la locura se apoderara de Alemania, los nazis prohibieron su trabajo, y sus papeles, incluso la biografía que le escribiera Karl Holl. Todo lo que le concernía fue extirpado de las bibliotecas de música de Alemania. ¿En una España totalitaria haría lo mismo Kichi y su lugarteniente Martín Vila con la obra de Pemán? ¿La retiraría de las bibliotecas, de los centros docentes? ¿Es Pemán el Gersheim de Cádiz? En estos días remodelan la plaza del Rey de San Fernando, en donde desde 1947 se encuentra la estatua ecuestre del General Varela. Durante decenas de años ha formado parte de la ciudad, como las dos Laureadas que recibió de España por su valor y heroísmo en la guerra de Marruecos, de la que vamos a oír hablar mucho en 2023, pues hará entonces un siglo del desembarco de Alhucemas. La maldita guerra civil, en la que luchó en el bando nacional, es la excusa perfecta. La guerra perdida por la República, y sus consecuencias, digo la larga dictadura de Franco, debe ser abducida por la Historia. Y con ella todos los actores, especialmente los principales. No ocurre así en otros casos, en otros escenarios ni en otros contextos. Soy de los que piensan que Napoleón fue un genocida, un militar implacable que en Egipto ordenó que los prisioneros fueran pasados a cuchillo para ahorrar balas y pólvoras. En Francia es una figura intocable y tiene un panteón de reyes donde descansan sus restos, impensable su remoción, imposible cualquier cosa contra su memoria y veneración. Moralmente es muy difícil exonerar al presidente Truman de lo de Hiroshima y Nagasaki. Es como lo de Katyn y tantos lugares del horror, cuya representación máxima es Auschwitz, emblema de todo el mal mayúsculo. Oigo la música del judío de Worms y vuelvo a la perplejidad donde vivo habitualmente.

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