Encuentros en la academia

pascual Vicente Crespo Ferrer

Una carta de Reyes para mi Puerto

QUIÉN no recuerda con cariño e ilusión la carta de Reyes que comprábamos en la papelería Portuense o en Cortes para mandársela a sus Majestades de Oriente con nuestros deseos? Si, para nosotros, un fuerte de Comansi, unos Juegos Reunidos Geyper, un Scalextric o un Madelman en sus múltiples versiones; las niñas una muñeca de las que andaban, un costurero de mimbre o la peluquería de la Señorita Pepis, que estaban en el escaparate de Luis Pérez Grant en la calle larga. ¡Qué buen Puerto aquel! Con sus fantásticas casas del centro habitadas, llenas de vida, de familias, y perfectamente encaladas con macetas en los balcones y cortinas en los cierros. Esas calles del centro con cines de invierno -Macario, Victoria, Moderno, Central Cinema y cómo no, con el Teatro Principal-, y de verano, donde tantos y tantos días veíamos películas comiendo pipas -Colón, España, Macario, Moderno y Florida- en ellos descubríamos un mundo de películas del lejano oeste, de romanos, del género policiaco, en fin un compendio de films de los años setenta. Recuerdo que desde mi barco pirata particular, la azotea de mi casa, a la cual invitaba a mis amigos, veíamos la pantalla del Florida, y aprendíamos junto con las lecturas y la televisión que ya estaba instalada en nuestras casas, que existían otros espacios, otros mundos, lejos de nuestro Puerto. No había tantos bares ni restaurantes, es verdad, pero el centro estaba lleno de tiendas y los vecinos compraban porque había TRABAJO, si con mayúsculas, lo que ahora desgraciadamente falta.

Las bodegas -Terry, Osborne, Cuvillo, Caballero, 501- daban trabajo a muchas familia, recuerdo la sirena de Terry a las ocho de la mañana llamando a los trabajadores para comenzar la jornada laboral. La pescadería con su aduana, se asentaba en la orilla del río Guadalete, y amarraban más de 200 barcos. En ella muchas familias portuenses se ganaban la vida, incluida la mía, ya como armadores, patrones, motoristas, marineros, rederos, etc., pero ahora los barcos al igual que las bodegas ya no generan la riqueza de antes y ha salido otro modus vivendi, el TURISMO, pero no da trabajo todo el año. ¡Que lástima que solo sea temporal!. Y como decía Mercedes Sosa en una de sus canciones "que yo cambie no es extraño", uso las nuevas tecnologías, como esta que me permite la Academia, para reivindicar un centro de El Puerto con casa habitadas, adecentadas, y como no, llenas de FAMILIAS que den VIDA, con un comercio atractivo que le pueda ganar el terreno a las grandes superficies. Un Puerto donde sanidad, educación, vivienda, trabajo...sea una constante como aquella pitá del vapor que nos recordaba nuestra vinculación con Cádiz. Y una Academia, nuestra querida Santa Cecilia (Bellas Artes para los portuenses), ya centenaria, con sus variadas actividades que hagan, como viene haciéndolo, que esta ciudad esté viva culturalmente. En definitiva, recuperar el trabajo con nuevas apuestas laborales y seguir comprando cartas a los Reyes en la Portuense o en Ferla y no aprovechar la del catálogo de Toysrus o Carrefour del Paseo porque Luis Pérez Grant, con más de un siglo, nunca necesitó hacer catálogos. Eso pido Majestades: TRABAJO que de vida a nuestro PUERTO.

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