AHORA resulta que todas las empresas que se dedicaban a exportar pepinos al extranjero son (o deben ser) multimillonarias. Cualquiera de ellas habla hoy de que lleva ya perdidos, la que menos, un millón de euros, desde el momento en el que se inició la crisis del pepino asesino. Puestos a soñar con millonarias indemnizaciones andan ya afinando cálculos en exceso para no quedar detrás en ese idílico día en que desde la UE empiecen a repartir dividendos. Habrá que ver si la Merkel deja que se reparta algo. Pero basta ver esos niveles de beneficios millonarios de cualquier plantación de pepinos como para pensar que muchos nos equivocamos a la hora de elegir profesión. A lo mejor no. A lo mejor es que han optado por dejar a un lado el sueño de las subvenciones y cambiarlo por el de las indemnizaciones. Cierto es que no es un tema para reír, y ni si quiera para sonreír, pero muchos se frotan las manos pensando en este pepinazo.