LÍNEA DE FONDO

Diego / Marchán / Dmarchan@grupojoly.com

Donde nunca caminan solos

Un fin de semana en Londres da para comprobar la tremenda pasión que despierta el fútbol en las islas

Los aficionados del Liverpool no son los únicos con motivos para entonar aquello del You'll never walk alone. Basta un fin de semana en Londres para comprobar la pasión que despierta el fútbol en las islas y la singular manera en la que se viven los partidos de la Premier League. El estadio de Upton Park, hogar del West Ham, fue el escenario de mi primer contacto con la liga inglesa y, tras lo vivido, espero que no sea el último.

Es cierto que en Cádiz tenemos la suerte de contar con un equipo que, en las duras y en las maduras, es capaz de vestir un estadio de amarillo, ya sea en Primera o Segunda B. No podemos quejarnos, pues. Pero el encanto que desprende un encuentro de la Premier da la razón a los que consideran esta competición la mejor de Europa y parte del extranjero. Tuve la suerte de conseguir entradas para el West Ham-Manchester United del pasado fin de semana y más allá del resultado -un claro 0-4 a favor de los Red Devils- encontré en las gradas de Upton Park mucho que admirar y que aprender.

Se nota que en esto del fútbol los ingleses son los pioneros y hay que reconocer que nos llevan años de ventaja. Convierten un simple partido liguero en todo un acontecimiento. Como un niño en una tienda de juguetes observé expectante cada gesto, cada acción, cada guiño. Quedé prendado de las aficiones, la local, exquisita, y la visitante, mucho más animosa. Disfruté con el ambiente, con el himno de los hammers cada vez que los jugadores saltaban al campo. Y me recreé con la repetición de las mejores jugadas, tanto en los videomarcadores como en los pasillos del estadio.

Los hinchas locales, decepcionados, abandonaron el estadio sin dejar de animar a los suyos, pese al varapalo sufrido ante todo un Manchester United. Un fish and chips y todo olvidado, ya llegarán mejores tiempos. Y yo, camino de Picadilly, no podía dejar de pensar en que, sin importar el equipo ni el resultado, nunca caminarán solos. Maldita envidia sana.

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