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Se cambia voto

¿Qué les impide intercambiar el sentido de sus votos y lograr darles el valor real que, de otra manera, no tendrían?

Ha causado revuelo en el modestísimo campamento, extramuros del sistema, que habita la todavía pequeña pero aguerrida hueste de los de Vox, la encuesta de cierto influyente diario digital que les otorga un escaño en Madrid en el caso de que ahora se celebraran elecciones nacionales. Es de suponer que en los regios alcázares del poder ocupados por otros partidos ese dato, por ahora sin confirmación ni consecuencias, se verá con la habitual displicencia de los ahítos y se tenderá a quitarle incluso la poca importancia que en términos generales tiene.

Y, sin embargo, todos saben de la enorme diferencia existente entre las formaciones con representación parlamentaria y las que se debaten en la nada electoral, por muy cargadas de razón moral y política que éstas se encuentren, por juiciosas que sean sus propuestas y ejemplares sus dirigentes. Entrar en el Congreso supone para cualquier pequeño partido invalidar el axioma fundamental del voto útil, tan implantado en la derecha española, y con ello abrirse la posibilidad de una presencia que responda a la auténtica implantación popular de las ideas que defiende. En la encuesta de El Español el hipotético primer escaño de Vox costaría 500.000 votos y un 2% del electorado a nivel nacional, magnitudes con las que la disolvente y secesionista ERC, con su voto concentrado en Cataluña, obtendría no menos de siete diputados. Por la misma razón, los votantes más importantes para Vox son los de Madrid, única circunscripción donde podría producirse tan trabajada sorpresa.

Son las peculiaridades de la Ley D'Hondt, se nos dirá, y es cierto, pero desde hace algún tiempo el ingenio nacional ha ideado un truco que de generalizarse mitigaría sus efectos: el intercambio de intención de voto entre personas de ideas distintas y recíproca confianza. Supongamos que usted vota en Málaga, donde su partido favorito, llamémosle Y, no tiene posibilidad alguna de escaño, pero donde el partido de su amigo Antonio, residente en Madrid, estuvo a pocas decenas o centenares de votos de alcanzar un escaño más. Si usted deseara poder votar en Madrid, como les sucedería a muchos votantes de Vox, y su amigo quisiera, sin embargo, hacerlo en Málaga por un motivo equivalente, ¿qué les impide intercambiar el sentido de sus votos y conseguir darles el valor real que, de otra manera, no tendrían? Y a D'Hondt, que le den.

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