Para caer bien, ¿hay que caer?

Ponerse de perfil es una forma vergonzante de volverle la espalda a quien quieres adular

Lo último, alegrarse del batacazo de nadie, aunque al menos puede aprovecharse para sacar unas lecciones. Pienso en Disney, que ha pinchado en hueso en su intento de conquistar el sabroso mercado chino con su nueva versión de Mulán.

Disney ha hecho todo lo posible para engatusar al público chino, contratando a actores de allí y esquivando con cuidado todo contendido potencialmente problemático. Hasta eliminaron al pobre dragón Mushu, el de la versión de dibujitos, porque les dio miedo que pareciese una guasa con la cultura milenaria. Pero los chinos echan mucho de menos a Mushu. Disney no reparó en gastos para hacer la película lo más china posible. Contrató asesores y rodó allí, pero no han dado una ni con los trajes ni con la arquitectura ni con el mensaje ni con la religión de la película. Y los chinos son muy suyos.

Ponerse de perfil es una forma vergonzante de volverle la espalda a quien quieres adular. No hay que ir por la vida impostando autenticidades ajenas para caer bien, porque de esa forma siempre caes un poco. Todavía más tonto que Disney haciéndose el chino, es la derecha centrándose sin fin o, por ejemplo, un católico o una católica yendo de postmoderno para agradar al espíritu de los tiempos, que es esencialmente anticatólico.

Mejor ser y mostrarte como eres y piensas. O sea, ser auténtico auténticamente, con valor para la redundancia. Eso respeta la dignidad del prójimo (al que no tratas de engañar como a un chino). Quien contradice de frente las creencias de su interlocutor le considera equivocado, sí, pero también lo suficientemente maduro como para defenderse solo, lo suficientemente convencido para que no se derrumbe ante un argumento y lo suficientemente racional como para contraatacarte. La condescendencia y la adulación que se esconden tras esconder las propias ideas para no molestar a nadie también hay que sopesarlas. Aún peor que la cobardía es el cálculo. ¿Cuánto confiamos, por otra parte, en la cacareada tolerancia de los demás, si no les damos margen para que la pongan nunca en práctica? La tolerancia es una vía de doble sentido o un callejón sin salida.

Por supuesto, nadie adula mis creencias ni las imposta ni ensalza mi civilización; y yo casi me alegro. Prefiero ser discutido como un adulto a que viniesen a dorarme la píldora para venderme una película o para caerme bien. Si se valora tanto la autenticidad, ha de ser la cada cual.

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