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El caballo y la caballa

Pocas personas han sido capaces de unir las dos mitades del mundo en que se divide la provincia

La provincia de Cádiz es como un mundo en miniatura. Se dan los más radicales contrastes, las dualidades más sorprendentes, el ying y el yang de los taoístas aplicados a escala local. Fernando Villalón popularizó que el mundo se divide en dos partes: Sevilla y Cádiz. Se le notó mucho que vivió en Morón y estudió en El Puerto. A escala provincial, se puede afirmar que el mundo también se divide en dos partes: Jerez y Cádiz. Tienen su contraste en el caballo y la caballa, el campo y el mar, lo rural y lo urbano, lo aristocrático y lo popular. Aunque es cierto que los tiempos han evolucionado, y que hoy Cádiz ya no es lo que era, ni Jerez tampoco.

En los días del Rocío se ha podido ver claramente. El Rocío es una romería de origen rural, con más arraigo en las comarcas camperas de Huelva, Sevilla y Cádiz. Es curioso que aquí se le suma un matiz marinero, con el embarque en Bajo de Guía. Hacia la aldea, con los peregrinos, iban cientos de caballos. Quizá por eso, la Hermandad de Jerez alcanza un especial lucimiento, junto a la de Sanlúcar. Fueron las dos primeras de la provincia en fundarse y las que mantienen más arraigo popular.

El caballo está presente siempre en Jerez: en la Feria, en la Escuela de Arte Ecuestre, como capital del caballo que es, y como un atractivo para el turismo. Sin embargo, en Cádiz se podría decir que el caballo ha quedado como un animal extinguido. No es una ausencia de ahora, aunque el actual Ayuntamiento ha puesto en la picota estas actividades con sus discutibles normativas sobre animales. Pero antes de llegar Kichi a la Alcaldía ya habían desaparecido los coches de caballos y hasta el cochecito lerén.

Por el contrario, Cádiz es más partidaria de la caballa. También es simbólico, porque está en la esencia de su historia marinera. La caballa ha afianzado su territorio preferido en el barrio de La Viña. Una caballa caletera, que es el símbolo del veraneo gaditano. Los bares y restaurantes del barrio se han multiplicado. Acuden miles de guiris y veraneantes todos los años. Se ha llegado a decir que si no te gusta la caballa no eres gaditano. Una exageración, como otras.

Pocas personas han sido capaces de unir las dos mitades del mundo en que se divide la provincia. Apenas José María Pemán, casado con una Domecq, y pocos más, como la poeta Pilar Paz, o el pintor Luis Gonzalo González, han logrado esa fusión. Para los demás parece que el caballo y la caballa son incompatibles. Un error, que se plasma en una desunión sin razón de ser. Perjudica a Cádiz y a Jerez, que son complementarias.

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