Dos caballeros

La estrechísima visión del señor Godall solo alcanza a dividir el mundo en amigos/enemigos

Este artículo quizá debiera titularse Dos caballeros y un memo, por lo que diré a continuación. Los caballeros son, de un modo tierno e irreprochable, Rafael Nadal y Roger Federer, cuya mutua admiración, cuyos mutuos elogios son una feliz anomalía en un mundo que tiende a la autocompasión y la censura. El memo, por motivos evidentes, es don Alfonso Godall, vicepresidente del FC Barcelona, quien ha llamado a Nadal "representante del Estado enemigo", como si en España hubiera varios Estados, y no uno solo, que incluye, naturalmente, a la Generalidad de Cataluña, y del que comen en abundancia, ¡oh, paradoja!, una buena porción de independentistas catalanes.

En fin, Godall es un ejemplo de que ir a la universidad no garantiza nada. De modo que nos ocuparemos de lo importante. Y lo importante es que, apenas ganado el torneo, tanto el díscolo Djokovic como el reposado Federer se apresuraron a felicitar al campeón, elogiando su formidable coraje y su extraordinario espíritu de lucha. Federer, más próximo al tenista español, se enorgullece y se honra de tener un adversario como Nadal. Lo cual acaso diga menos de la indudable valía de Nadal, que de la "noble simplicidad y serena grandeza" (Winckelmann) con que su amigo le muestra sus respetos. Uno está tentado de decir que, siendo suizo, el país de Burckhardt, de Wölfflin, de Valloton, de Klee, de Hodler, de Giacometti, es más fácil ser cortés con el adversario, hasta convertirlo, sobria y delicadamente, en amigo. Pero, claro, luego se nos viene a la cabeza el ternurismo hipócrita de Rousseau, también helvético, y los vapores del terruño se desvanecen de inmediato.

Esto mismo podríamos aplicarlo a los Països catalans, donde han nacido tanto el señor Godall como Rafael Nadal, uno de los grandes deportistas de este siglo. No sé si el señor Godall pasará a la pequeña historia de la infamia por su pequeña mezquindad pequeñoburguesa, tan propia del nacionalismo. Sí sabemos que entre las muchas grandezas de Rafael Nadal está la de tener como amigo a su mayor adversario. La estrechísima visión del señor Godall, vicepresidente del FC Barcelona, solo alcanza a dividir el mundo en amigos/enemigos, lo cual quizá nos dé una idea de cómo entiende el señor Godall el lema de su equipo, cuando advierte que "es más que un club". Desde luego, el señor Godall es algo menos que un bobo importuno y mucho más que un odiador a destajo. Digamos que el señor Godall es un retrato bastante ajustado de nacionalista.

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