Nada más recoger de nuevo el bastón de mando, José María González pudo comprobar ayer que este mandato será distinto al anterior. Sin la natural expectación que despertó el cambio de gobierno de hace cuatro años, es lógico que la plaza de San Juan de Dios no registrara el lleno de hace 4 años, cuando tantos ciudadanos le saludaron al grito de ¡alcalde, alcalde! Kichi, el único regidor de los ayuntamientos de Podemos que obtuvo una clara mayoría, ahora sentirá más de cerca la soledad del poder, y tendrá que demostrar con sus políticas -y ya sin excusas- que es mucho más que "un buen chaval". De entrada, ya ha empezado hace algún tiempo a cambiar su argumentario, porque la realidad actual nada tiene que ver con los años más crudos de la crisis.

Podemos supo canalizar la indignación que se adueñó de las calles al calor del movimiento del 15-M, pero ese ciclo terminó. Y su líder, Pablo Iglesias, no supo olfatear el ambiente para acompasar su ideario político con los tiempos, tal vez ocupado en su nueva inversión inmobiliaria, que lo condenó casi definitivamente. Los podemitas vinieron a cambiarlo todo, pero quienes más cambiaron fueron sus líderes nacionales, traicionando el espíritu del 15-M. Los movimientos sociales se evaporaron y las calles quedaron desiertas. La otra fuerza emergente, Cs, también va camino del suicidio asistida por su líder, Albert Rivera, al que no entienden ni los suyos, con ese afán por escorarse a la derecha y arrimarse a Vox, abandonando su discurso más liberal y socialdemócrata y de paso entregando el centro al PSOE. Al igual que Podemos, Ciudadanos ha adoptado las mismas formas de hacer política de siempre: las formas de primero el líder, las de las broncas internas y las del primero las siglas.

El bipartidismo gana terreno favorecido por la ambición desmedida. Y como una especie en peligro de extinción, Kichi ahora sentirá toda la responsabilidad, proporcional a sus 13 concejales, y tendrá que ser hábil en las relaciones con la Junta y el Gobierno para arrancar inversiones a fin de que los gaditanos dejen de pensar que las rencillas personales de sus dirigentes les impiden soñar a lo grande. Kichi será el alcalde del cambio de verdad si antepone las estrategias que beneficien a la sociedad, vengan del partido que vengan, a la batalla campal contra el adversario. Cualidades tiene para mostrar generosidad con la oposición. Toca profundizar en las buenas ideas en lugar de preguntar quién las defiende, desde la trinchera, para saber si conviene atacarlas o no. De no hacerlo, el ciudadano seguirá pensando que los políticos no valen para mucho. Kichi ya no es un aprendiz: domina la oratoria tanto como la diplomacia, sabe sonreír mientras habla, gesticula lo justo con los brazos y se lleva el índice a las gafas cuando quiere mostrar interés. No hay un tópico que se le escape para no contestar a lo que no conviene. Ya no siempre dice lo que piensa, como corresponde a un alcalde. Y aunque sus rivales lo achaquen a su falta de preparación, sencillamente es consciente de su responsabilidad. Pocos le superan en su don de gentes, pero si no logra transformar la realidad social que le rodea, no pasará de ser un buen chaval, cuando está llamado a ser un gran alcalde.

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