A bótox pronto

Antes de que llegue a la Constitución, manifiesto escepticismo sobre las operaciones estéticas

Aunque yo intento no enterarme jamás, parece que hay muchas famosas y también famosos (¡la paridad!) que se hacen retoques quirúrgicos para mejorar su imagen. Y si sólo fuesen los famosos…, también los importantes. No quiero enterarme para no perder el tiempo mirándole las narices o contándole los pelos a la gente, y porque me da pena. Veo innecesaria casi siempre y contraproducente a menudo, cualquier operación de estética.

Dejando a salvo la salud o los complejos complejos, ¿para qué? No será para gustarle al cónyuge, ¿verdad? Eso es inútil, porque, a poco tiempo que uno lleve casado, el amor se platoniza y, aunque el interés por los cuerpos no decae, no estamos para medirnos la nariz o el ángulo del pómulo. El amor no es milimétrico, sino a bulto, felizmente. Y pretender gustar a todos es una frivolidad de ida y vuelta, ¿no? Además, ¿en qué piensan que pensamos los demás? ¿Nadie cree que pueden valorarle más lo que es o ama o hace o intenta que el físico?

Sin embargo, en esto también voy a contracorriente. Para mí, incluso un régimen de adelgazar es una cirugía invasiva, que no compensa. Pero ahora toca retocarse a las primeras de cambio, a bótox pronto. Tanto progreso nos ha llevado a mirarnos al espejo como Narciso en Las Metamorfosis, con la diferencia de que la cultura de la imagen y el selfie nos tienen eternamente descontentos de lo que vemos, desgraciados Narcisos.

Si a esto unimos las posibilidades futuras de la biotecnología y la producción de embriones por catálogo de características estéticas, podríamos encontrarnos pronto con dos grupos de personas. Por un lado, los feos que huimos del bisturí como del diablo y que vemos reparos éticos en la belleza prenatal. Por otro, la gente guapa, que será muy parecida entre sí porque, si uno puede modelarse a gusto, la moda mandará tiránicamente lo que se lleva o se es en cada temporada.

Aunque en un mundo de rostros homogeneizados la belleza cambiará de bando o, al menos, el atractivo o, sin duda, la curiosidad y el amor, desde luego, que (¡después de todo!) es ciego. Siempre habrá enamoramientos entre los intocables y los retocados. Al final, se escribirán interesantes estudios de estética que expliquen ese misterio de la hermosura inesperada. La belleza, como la felicidad, quizá como la sabiduría, como la santidad, pertenece a esa categoría de realidades misteriosas que se alcanzan cuando no se persiguen.

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