El liceo Henri Matisse en el histórico barrio de Cimiez de Niza, ha adoptado una novedosa resolución pedagógica. Con el buen tiempo, un colectivo de alumnos decidió que, faltaría más, a clase se va de cualquier modo y mejor cuanto más fresquito.

Algunos chavales resolvieron pues que, dada la amplia paleta cromática del pintor al que conmemora el centro, nada mejor que lucir calzoncillos de traficante de crack enchironado, de esos con cinturilla del pantalón bajada a cota cero.

Es más, si Matisse dominaba la gama cálida de la paleta, entre el rojo y el ocre, cabría algo más almagre que la raya central de sus calzonas.

Por su lado, ciertas chicas acudían con exiguas minifaldas o esos pantaloncitos que de un pañuelo te salen media docena y a los que los franceses, siempre acertados con el léxico textil, denominan riquiquis (chiquitines).

Con encomiable afán docente, las mozas gastaban también escotes que desvelaban las virtudes del sistema "tetagonal" cristalográfico. Entre unos y otras, la serie pictórica de Las Odaliscas del bueno de don Henri quedaba a la altura de una galería de retratos de monjas de convento.

Así que la directora del instituto aplicó el reglamento y, mientras estuviesen en el recinto, a cada alumno con vestimenta informal se le impuso usar una bata de plástico desechable, de las usadas para prácticas de laboratorio en el centro.

En declaraciones al Nice-Matin la docente explicaba que "esas vestimentas son ideales para la playa y el asueto, pero no para un instituto que es un lugar de trabajo y aprendizaje".

En dos días, la medida obtuvo los resultados apetecidos. Ningún alumno del Henri Matisse acude ya al liceo vestido de fantasía.

Claro que eso sucede en Francia, un país cuyos habitantes hacían cola para ver "El ultimo tango en París" en nuestros cines, cuando la dictadura franquista; mientras aquí las "starlettes" del nuevo cinema posaban atrevidas en las playas en coincidencia con el festival de Cannes ¿O era al revés….?