Tras la victoria de la derecha en las autonómicas, el PSOE andaluz decretó tres días de luto tras responsabilizar al Gobierno de Pedro Sánchez por sus cesiones a los independentistas. Susana Díaz y su núcleo duro vaticinaron que también se perderían las generales y los ayuntamientos, pero se quedaron con los pies colgando en su pulso contra Sánchez. No pocos susanistas amanecieron pedristas este mismo lunes, aunque el triunfo socialista y la muerte en vida de Casado enterraron el hacha de guerra, por ahora. Tras analizar los resultados del domingo, junto al nivel de agudeza intelectual de nuestros candidatos, es probable que el personal pensara que tal vez merezcamos algo mejor. Pero la mayoría decidió que podría ser peor con la alianza de las derechas. Y ahí acabó todo.

Ahora, con el ambiente a su favor, los socialistas lo tienen más fácil para conservar su poderío en los ayuntamientos y la Diputación de Cádiz. Pero que gasten cuidado, porque la suma entre PP, Cs y Vox se impuso en las grandes ciudades de la Bahía, y esta realidad no deja pegar ojo a los alcaldes del PSOE. El cambio no depende ya tanto del PP como de la capacidad de Cs para convertir sus magníficos resultados en moneda para gobernar el 26-M. A tenor del tremendo varapalo sufrido, los populares ya no pueden aspirar más que a salvar los muebles. El electorado castigó sin piedad a Pablo Casado por escorarse a la derecha haciendo bueno el dicho de Paco de Lucía: "Los genios copian y los mediocres imitan". El líder del PP por momentos pareció un vulgar imitador de Abascal. Llegó para evitar que su partido quedara reducido a cenizas por la corrupción y se comportó más como un pirómano que como un bombero. Su problema es que tiene las ideas tan claras y se expresa tan bien que, a veces, asusta al personal. Para evitarlo, Fraga se comía a propósito las sílabas a fin de que nadie le entendiera. Hasta al propio Rajoy costaba seguirle el hilo por momentos: "Es el vecino el que elige el alcalde y el alcalde el que quiere..." ¿Lo haría para despistar? Casado intenta reducir el impacto de la caída con su volantazo al centro. Quizá sea demasiado tarde.

A pesar de situarse como la segunda fuerza de la provincia, Albert Rivera tampoco puede pasar por alto que, pese a crecer, también recibió un aviso por abandonar la moderación, estrechando su caladero de votos para tratar de construir sin éxito una mayoría de la que aún está muy lejos. Apartarse del partido de centro liberal que fue en su origen, para liderar la derecha, tiene sus riesgos. Ha sumado a desencantados del PP y ha perdido a otros tantos en favor del PSOE, que se hizo con el centro. Por suerte para él, el aviso le salió gratis. Mucho peor le fue a UP, que ya sólo aspira a servir de muleta de Sánchez. Eso sí, los podemitas aún parecen intratables en la capital, pese a ceder el primer lugar al PSOE en las generales. Fran González tienen carta para soñar y posiblemente la resaca electoral le aporte más apoyos. Pero tiene muy difícil arrebatar la vara de mando a Kichi. Si no lo logra, será el primero en disputar la Diputación a su enemiga íntima, Irene García, que aún no dijo su última palabra. Hagan sus apuestas.

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