la esquina

José Aguilar

Contra la basura televisiva

NO se insiste lo suficiente en que la clave de la proliferación de la basura televisiva no está tanto en los que la emiten como en los que la ven. Las cadenas que insisten en estos programas degradantes, zafios y bajunos no lo hacen por perversión, sino por beneficio. Son empresas que viven de la publicidad y sus directivos no se guían por la ética civil, sino por la cuenta de resultados.

De modo que la patología fundamental reside en los espectadores. La basura insiste y triunfa porque la consumen millones de ciudadanos, entre los cuales son muchos los que la vituperan ante otros pero no se pierden su ración diaria de porquería. Y a mayor éxito de público, más empresas se anuncian durante la emisión de los programas y más caja hacen las cadenas, pendientes antes del reparto de dividendos a sus accionistas que de los escrúpulos ante estos espectáculos en los que todo morbo, bajo instinto, chismorreo y privacidad vulnerada tienen cobijo y altavocía.

Mientras esperamos el milagro de un cambio en los valores y la cultura de la gente, habremos de conformarnos con pequeños triunfos salidos de la reacción social y la imaginación individual. Como el protagonizado por un anónimo bloguero, Pablo Herreros, que vio en uno de estos espectáculos infames la entrevista con la madre de El Cuco -condenado por encubridor del asesinato de la joven sevillana Marta del Castillo-, se enteró de que había cobrado su parte en la farsa siniestra y escribió una entrada en su blogenumerando todas las marcas comerciales que se habían anunciado en el programa.

Varios miles de personas suscribieron la carta que Herreros elaboró para dirigirla a estos anunciantes, y he aquí que, antes de recibirla -ventajas de las redes sociales-, varias compañías han decidido retirar sus anuncios de ese programa concreto. Para que se sepa: Puleva, Campofrío, Bayer y Nestlé. Sus gestores han valorado más la calidad de su imagen de marca no asociada al programilla de turno que la cantidad de espectadores que veían sus anuncios, que era mucha. Quizás sea esta fórmula indirecta de combatir la basura más eficaz, en las condiciones actuales, que el boicot masivo de unos espectadores que parecen incapaces de retirarse de la pantalla. La sensibilización, más o menos espontánea, de grandes empresas de productos familiares al verlos vinculados a estos detritus televisivos ha producido ya efectos positivos en algunos casos. Dejan de anunciarse, y eso duele a cualquier cadena. Es lo único que les duele.

El presentador del circo en el que habló la madre de El Cuco ha dicho que el bloguero cívico que les ha fastidiado es "un imbécil". ¿Y cómo llamaría a los millones de seguidores que le siguen a él mientras hurga en el estercolero y esparce el género en sus hogares?

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