palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Contra la banca

MARCELINO Iglesias, el secretario de Organización del PSOE, dijo ayer que el partido en su conjunto también está en contra de la banca. Es decir, no sólo al candidato Rubalcaba le duelen por razones de interés electoral inmediato los bancos. Alrededor suyo, como un coro griego, la Ejecutiva socialista también plañe por causa de los bancos. ¡Un partido en el gobierno de un Estado occidental en contra de los bancos! Paradójico asunto. Hay dos imágenes que no se nos olvidarán en mucho tiempo al hilo de esta declaración del Partido Socialista. La reunión en régimen de vasallaje de Rodríguez Zapatero el año pasado con los corporaciones de mercado más importantes del mundo en Estados Unidos y, más recientemente, el encuentro en La Moncloa del propio Zapatero con los almirantes de la banca española con Botín en el papel de figurón de proa. ¿Se puede ser parte complaciente de un país sometido al rigor absolutista del capital y, al mismo tiempo, alegar contra los bancos? Depende de qué sentido le demos a la preposición contra.

Rubalcaba quiere ganar de nuevo la confianza de la izquierda y su primer guiño ha sido encabezar una supuesta conjura contra la banca. El otro día, tras la decisión del Consejo de Ministros de aprobar ciertas medidas para proteger a los hipotecados más débiles de perecer ante sus bancos, Rubalcaba les reprochó haber concedido hipotecas de alto riesgo en los años de la bonanza. "A los bancos", dijo, "hay que preguntarles por qué concedieron esas hipotecas". "Y los directores de las sucursales que aprobaron hipotecas al límite, ¿por qué lo hicieron? ¿Quién tiene más responsabilidad, quien la pide o quien la concede?". Es decir, las críticas a la banca no pasaron del escalafón del jefe de sucursal. ¡Pobres jefes de sucursales, víctimas ellos mismos de la concupiscencia de sus jefes centrales y éstos de sus consejos de administración!

Ayer el ministro de Trabajo Valeriano Gómez insistió y, con un ojo en el consejo de administración de Bankia, llegó al extremo de anunciar un impuesto para gravar las rentas más altas, es decir la de los consejeros y directores de los bancos, aquellas que superan mil veces los salarios modestos y que la gente común sólo podemos entender como tropos literarios. Pues nada, que paguen pero al margen de esa ligera sensación de bienestar por saber que los banqueros van a pagar más impuestos que eludirán, dios mediante, con revisiones salariales o trucos de ingeniería fiscal ¿qué? Muchos nos sentiríamos satisfechos con metas más modestas, por ejemplo con que los bancos no nos cobren comisiones por retener nuestro dinero o por usar los cajeros automáticos. Y la dación en pago por añadidura.

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