ESTA semana los equipos españoles lo han bordado en las competiciones europeas. A modo de balance y por si queda algún despistado que no se haya enterado todavía, el Barcelona ganó al Bayern Leverkusen por siete goles a uno, con cinco tantos del argentino Lionel Messi. El Atlético ganó en casa 3-1 al Besiktas turco en la Europa League, así como el Valencia batió 4-2 a los holandeses del PSV y el Athletic de Bilbao dio la sorpresa revolucionando Old Trafford con la derrota del Manchester United por 2-3.

En definitiva, una semana inmejorable que ha provocado una dulce resaca. Esto supone que Messi siga recibiendo un halago tras otro, incluso desde Argentina, donde se le ha valorado siempre un poco menos que en Europa. ¿Por qué? Porque no ha ganado nada con su selección. Pero, la falta de título no lo hace menos bueno, sobre todo cuando ha demostrado tanto en estos años. ¿Qué cambia? Bueno, primero que meter cinco goles en un partido del mejor nivel no pasa todos los días, y, sobre todo desde mi punto de vista, que lo ha visto mucha gente. Hacer un buen partido en un Mundial consagra a un futbolista, hacer un buen partido en dieciseisavos de final de la Copa del Rey le permite en todo caso protagonizar algún titular y recibir unas palmaditas en la espalda a modo de felicitación.

Algo parecido ocurre con Bielsa, otro argentino. Este veterano entrenador no es mejor esta semana que la pasada, pero ha conseguido ganar con justicia en casa del Manchester United y lo ha visto toda Europa. No es mejor, efectivamente, pero ha conseguido revalorizar su reputación cuando jugaba delante del escaparate. Ahora entra en las quinielas para entrenar a los grandes equipos europeos la próxima temporada porque ya forma parte de esa elite, ha roto la frontera invisible, a pesar de que nadie va a descubrir hoy día a un entrenador que lleva unos cuantos años en esto. No es suficiente ser bueno, hay que venderlo.